Los 7 Pecados Saludables – Parte 1
Los 7 pecados saludables.
Te comprendo, has vivido toda tu vida preocupado por no hacer las cosas mal y seguir el ideal de lo que comúnmente se considera “ser bueno”. A veces lo habrás sido más, otras no lo habrás conseguido tanto, aunque esto último es normal e ineludible.
Eres humano, como yo. Y los humanos somos criaturas complejas, pero, además, propensas a errores. Es por ello por lo que a lo largo de los tiempos se han intentado crear una serie de normas y reglas de convivencia social que tratan de fomentar el común bienestar.
Intentar seguir éstas y tomarlas como referencia es lo que siempre se te habrá dicho e inculcado a hacer por la mayoría de los medios. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando integrarlas en tu estilo de vida y modificarlas a tu gusto, o incluso decidir no seguirlas, se vuelve más productivo?
Que tus esquemas se desmoronan y dudas acerca de si estás haciendo lo “correcto”.
Por ese motivo, hoy te traigo unas de las reglas sociales/divinas más antiguas y arraigadas que existen, con motivo de desmontarlas y que puedas verlas desde otra perspectiva más potenciadora.
De forma que puedas experimentar cómo paradójicamente ir “en contra” de unas reglas tan populares puede ser en algunos contextos beneficioso, deseable e incluso saludable.
Tratando de inspirarte con ello a no dejarte definir por un conjunto de modelos predefinidos. Para que te atrevas a forjar tus propios ideales y te transformes no en la mejor versión que la sociedad podría tener, sino en la mejor versión que TÚ podrías alcanzar.
Habrás de tener en cuenta, eso sí, que algunos de los ejemplos que propondré pueden estar llevados al extremo para ser coherentes con la dinámica del artículo. Igualmente, tú no tienes por qué seguir estos igual que lo hacías con los otros, sino ver cómo se adaptan mejor a tu persona.
Sin más dilación, pasemos a ver los 7 casos en los que ser un “pecador” va a ayudarte con tu vida, proyectos y relaciones mucho más que si te portases como un “santo”.
1. Soberbia
La soberbia se define como un sentimiento de superioridad frente a los demás caracterizado por un trato distante o despreciativo hacia ellos.
Se te ha dicho desde pequeño que está mal ser orgulloso y arrogante, que es imposible tener siempre la razón y que a veces se hacen las cosas mal. Que no siempre puedes brillar.
Pero la cuestión es que, cuando se te afirma esto, la afirmación queda a medias.
Por una parte, no es los mismo ser arrogante y desprestigiar los conocimientos de los demás que ser escéptico y no darle un valor desmedido a lo que los demás afirmen sin pruebas.
Por otra, dista mucho ser orgulloso y Creer ser mejor que todo el mundo que te rodea que poseer una elevada autoestima forjada a través de tus logros y virtudes.
Es por ello que una persona puede tener una buena autoimagen de sí misma y mostrarse confiada sin sentir que ocupa ninguna posición superior, y a la vez ser analítica y juzgar sin prejuicios la información que le presentan, cuestionándola a ella y no al sujeto que la pronuncia.
Aunque la realidad es que la mayoría de gente que vive encerrada en su mundo y no está dispuesta a confrontar sus creencias y métodos es aquella que acaba tachando este comportamiento, quizás proyectándose, de arrogante, soberbio y Ego inflado.
Pongamos que te tragaste el cuento ese de cuando eras pequeño y pasaste del extremo confiado al de persona tímida, introvertida y que no ha aprendido a apreciar el valor de lo que hace.
En tal caso serías un pequeño Ícaro asustado por el mundo, Creyendo que lo externo es peligroso. Por eso, necesitarías más que nunca emprender el vuelo. Atreverte a volar por tu cuenta para entender dónde quema y todo el espacio que no lo hace.
Aquí es donde entra en juego el poder de la soberbia, utilizándola como el percusor para poder convertirte en esa versión tuya que dispone de una autoestima arrolladora y pensamiento crítico.
De forma que puedas decirte: “¿Esta tontería es la que no me estaba atreviendo a afrontar? Que me traigan 100 más si hace falta. Ya no voy a permitir que tenga influencia sobre mis emociones”.
Al principio, e inevitablemente, esa soberbia tratará de tapar el vacío que dejaste de rellenar en su momento. Y eso también puede servirte, porque ahora podrás poner consciencia en ese vacío y verter todo ese valor y potenciador autoconcepto que tenías reprimido por no saber dónde meter.
Aprenderás a preguntarte honestamente: “¿Qué es aquello con lo que tengo más dificultades? ¿Por qué no me he atrevido a hacer esto o actuar así antes? ¿Me genera más sufrimiento a la larga atreverme a salir del cascaron y enfrentar la realidad, o quedarme dentro y solo ver oscuridad?”.
Y podrás reconocer: “Vale, quizás necesito trabajar un poco más este aspecto que flojea. Pero nadie puede negarme que en este otro, aunque siga potenciándolo, soy el puto amo”.
El cambió será vertiginoso. Pues la progresión siempre será más rápida si avanzas un día todo lo que puedas y notas que te falte el aire al final, aunque el día siguiente necesites descansar. Mucho más al menos que si avanzas poquito a poquito todos los días por miedo a avanzar más.
Claro está que ir demasiado lejos tiene consecuencias, no es lo mismo quedarse un poco sin aire o tener agujetas al día siguiente que lesionarse o que tenga que venir la ambulancia a por ti.
La cosa está en que el miedo que sueles tener para dar un paso más allá te condiciona a pensar que esas peores situaciones son las que vas a sufrir por simplemente hacer un poquito más.
Así, empleando la soberbia a tu favor, te irás deshaciendo de tus limitaciones obsoletas a la vez que comprendes que no es necesario hacerse tan “grande”, pues en verdad no eres tan “pequeño”.
2. Envidia
La envidia se define como un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer lo que tiene el otro, ya sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas.
Habrás escuchado que pensar en lo que tienen los demás, en vez de pensar en lo que tienes tú, tan solo te hace perder el tiempo y sentirte mal contigo mismo. Pero, ¿y si desear lo que han conseguido los demás te ayudase a parecerte más a ellos y poder tenerlo también?
Admitámoslo, la comparación es irremediable. Nuestro Ego está diseñado para analizar en todo momento si los demás tienen más o menos que uno mismo. Si es lo segundo estará tranquilo, pero si es lo primero se sentirá inseguro, Creerá que corre peligro de perecer ante el otro.
Esto le lleva no solo a envidiar las posesiones de ese otro, sino también a mostrar una actitud hostil ante éste, como proyección por el resentimiento que internamente alberga.
El problema de esto radica en que tu Ego ya no vive en una tribu aislada, sino en el siglo XXI, y tiene a su disposición muchas más comparaciones de las que podría llegar a asimilar.
Por lo que, finalmente, se siente vacío, frustrado e infeliz. Con todo lo que “le falta” lo último que se le ocurriría sería ponerse a dar altruistamente a los demás.
Y no lo quiere admitir, porque siente que hacerlo sería poner todavía más en evidencia su imagen imperfecta, incompleta y vulnerable.
¿La solución? Deja de compararte con los demás y empieza a compararte contigo mismo.
Los demás son meros referentes, pueden ayudarte o aconsejarte en ciertas situaciones a través de sus palabras o ejemplo, pero nunca serán tú.
Es decir, puedes inspirarte de aquello que admires en ellos para trabajarlo por tu cuenta. Pero de ninguna manera has de esperar conseguir sus mismos resultados en las mismas condiciones. Pues cada uno es un mundo y obviar esto es ilusorio.
Cuando la gente envidia incorrectamente a los demás hace eso mismo, se fijan en aquello que tienen, y que ellos no, y proyectan sus inseguridades y miedos sobre esas personas.
Sin embargo, cuando envidias correctamente la vida de los demás no te fijas en el aspecto material de esta, si bien puede animarte en tu cambio. Sino que te fijas en el proceso que han seguido para conseguir lo que tienen y en las virtudes que han trabajado y puesto en práctica durante el proceso.
Dejando de envidiar la fama y el dinero de los demás para pasar a preguntarte: “Que cabrón, ¿cuáles de sus cualidades únicas le habrán ayudado a conseguir todo lo que tiene?”
Eso es lo que verdaderamente has de envidiar, la capacidad de los demás por conseguir sacarle el máximo partido posible a sus capacidades y lucrarse por ello. Para que te digas a ti mismo: “Ojalá consiga con mi esfuerzo el mismo desarrollo o más que esos cracks que tienen lo que anhelo”.
Y sabiendo esto, puedes empezar a valorar lo que tienes y pedir ayuda si lo necesitas. Dejando de envidiar el árbol y comenzando a envidiar las raíces que lo sustentan, para echar las tuyas.
Incluso comprobarás que querer el mal ajeno será contraproducente, pues apoyar y animar a que esas personas sigan creciendo te inspirará a que tu sigas haciéndolo más. Aparte de que estarás fomentando relaciones sostenibles que mucho te podrán aportar.
3. Ira
La ira se define como un sentimiento de indignación que causa enojo.
Enfadarse y tener un arrebato pasional no es algo bien visto. Por una parte, porque puede hacerte ver poco serio, por otra, porque la gente puede sentirse asustada.
Es por ello por lo que exteriorizar este sentimiento se te complica. Porque estás cohibido por dejarlo salir en un momento inoportuno o por herir a los demás y que te vayan a dejar de querer.
Pero, en verdad, es este mismo sentimiento el que va a evitar que seas demasiado manso y los demás te utilicen consecuencialistamente para sus fines.
Aristóteles decía que mientras que enfadarse es fácil, enfadarse oportunamente es complicado.
La cuestión no es montar un espectáculo cada vez que algo no salga como te gustaría y te sientas frustrado. Ahí lo principal sería cultivar la aceptación, el perdón y el aprendizaje.
Enfadarse saludablemente, en cambio, sirve para poner límites. Es una forma de expresión que dice a los demás y a ti mismo hasta dónde estás dispuesto a llegar en un contexto bajo presión.
Utilizar así la ira demuestra que no eres el juguete de nadie. Que estás dispuesto a levantarte y luchar por situaciones que no te parezcan justas. Y que no vas a tolerar que te menosprecien.
Al fin y al cabo, la ira es como el fuego, arrasa con lo que tenga delante, da igual lo que sea.
No debes usar la ira a medias, has de sentirla arder dentro. ¿Hay alguna situación que te toque las narices o no puedas con ella? Úsala como combustible para que el fuego arda con más viveza.
Aprende a llevar tu llama donde realmente haga falta, y avívala por el camino.
Hacer esto no sólo te hará sentir en control de ti mismo, sino que te hará sentir vivo. Pues la ira provoca un incremento de la adrenalina en sangre y, consiguientemente, de la frecuencia cardiaca, lo que te aportará una sensación de energía única, frenética.
Sin embargo, lo mejor es que la ira es especialmente beneficiosa cuando estás profundamente triste o cansado. ¿Por qué? Porque va a condenar y echar a ese cansancio o “depresión” que puedes estar arrastrando, casi deseando que pudiesen materializarse para meterles un bofetón.
Se va a convertir en tu aliado momentáneo, ese que te va a poner las pilas y te va a llenar el cuerpo de energía, una emoción contraria a esa que quieres superar. Te va a decir: “Estoy hasta los mismísimos co***** de estar todo el día tirado sin ganas de hacer nada. Joder, ya basta”.
“Vamos a levantarnos, acabar ese proyecto que nadie pensaba que podría acabar o hacer ejercicio hasta que desaparezca esta barriga por la que tanto nos critican”.
“Quizás ahora estamos jodidos, pero hasta que no pasa el último monje no se acaba la procesión. Y creo que tenemos razones de sobra para dar una lección al mundo”.
La ira te ayudará plantar cara al miedo, como ese hermano mayor que te enseñó a montar en bici. “¿Qué no iba a llegar a nada? ¿Qué no iba a conseguir esto o aquello? Se van a enterar, ostia”.
Y mientras trabajas o haces ejercicio, avivas la llama cuando amague extinguirse: “Ya he redactado 3 páginas, ¿y se creían que no llegaría a 2?, pues voy a hacer 5 para que vean quién manda.” “18, 19, 20 flexiones. Está bien, pero no soy un puto debilucho, puedo hacer otras 5 más”
(Por ahora está bien, la semana que viene podrás ver en la segunda parte cómo puedes canalizar los otros 4 pecados restantes para llevar tu vida al siguiente nivel. Mientras tanto, te sugiero que vayas poniendo en práctica lo visto aquí. ¡Hasta la semana que viene!)
aceptación aprender arrogancia autoestima autoimagen ayuda brillar camino compararnos consciencia consecuencialismo Ego emociones envidia escepticismo Ícaro ira límites miedo motivación norma pecados pecados saludables perdonar progreso referente relación sostenible soberbia valorar valores vulnerabilidad