Relaciones Enlatadas ¿Cuántas Tienes Tú?

Relaciones Enlatadas ¿Cuántas Tienes Tú?

relaciones enlatadas

Relaciones enlatadas.

 

Cuando algo te brinda felicidad “lo metes en una lata”, es una tendencia evolutiva.

Muy bien, muy bonito (o no, depende la lata). Pero ¿qué quiere decir esto?

Enlatar algo no significa literalmente coger aquello que te guste, como a tu pareja o a tu mascota, y encontrar una lata de su tamaño para meterlo dentro. Eso sería un poco farragoso.

Sino que enlatar algo implica escoger psicológicamente y de forma intrínseca eso que te reporta beneficio. Para poder conservarlo y volver a experimentarlo o usarlo a tu favor más adelante.

Por ejemplo, si cada vez que vas a casa de tu abuela o madre ésta te prepara una comida muy rica y te consiente todos tus caprichitos, vas a enlatar esa conducta asociada a dicho estado placentero.

Es decir, que si algún día surge en ti la necesidad de sentirte cuidado y escuchado tan solo habrás de recordar que puedes cubrir esa necesidad llamando y yendo allí.

De la misma manera, si en tu oficio un día haces un chiste muy gracioso o un trabajo excelente por el que todo el mundo comience a reconocerte, vas a enlatar esa tendencia.

Lo harás, aún más si normalmente pasas desapercibido, con el propósito de saciar tu necesidad natural de aprobación o pertenencia. Y, por tanto, tratarás de replicar la broma del otro día o de conseguir otro trabajo tan currado como aquel cuya publicación tantos halagos te propició.

¿Por qué? Porque es lo fácil, porque es un camino que ya has recorrido con anterioridad. Y porque tu mente subconsciente gasta menos recursos repitiendo la misma anécdota sinsentido que tratando de forjar una actitud íntegramente divertida.

Lo que te lleva a aplicar de forma rutinaria e indiscriminada este sesgo o actitud con todo aquello que te reporta sensaciones placenteras al ponerlo en práctica.

E incurriendo en una gran cantidad de problemas si acabas abusando de las…

Frases Enlatadas

Se podría definir brevemente el concepto de frases enlatadas como aquellas expresiones o respuestas predefinidas que suelen ser utilizadas en situaciones específicas o recurrentes.

Concretando, ese chiste del que hablábamos antes sería una frase enlatada, tu elevator pitch es una frase enlatada y lo mismo que dices a todas las chicas del bar para ligar es otra frase enlatada.

¿Qué tienen en común todas ellas? Que, como habrás podido observar, no son de un solo uso. Son expresiones que en un momento dado han podido ser novedosas pero que, tras un tiempo, te encuentras repitiendo mecánicamente, sin siquiera considerar que subcomunican sobre ti.

Y aunque cuando las descubriste por primera vez te pudieron parecer lo más original que te había pasado desde que salió el ChatGPT, ahora las utilizas tan indistintamente y sin contexto que el que te ve recitarlas no puede evitar pensar que te crees el protagonista de alguna peli taquillera.

Las frases enlatadas no son malas en sí mismas. De hecho, suelen ser de muy ventajoso uso en el contexto de interacciones donde tengas que responder preguntas comunes numerosas veces.

Por ejemplo, cada vez que alguien te pregunta cuál es tu trabajo puedes pensar cómo le explicas todo lo que haces o, por el contrario, puedes darle una respuesta que refleje poco de tu persona.

Sin embargo, habiéndote preparado una contestación cuya utilidad has comprobado previamente con otras personas, será más fácil que consigas expresar adecuadamente todo aquello que consideras relevante, así como mostrarlo de manera atractiva a la otra persona.

Claro está que todo esto depende de con quien trates. Pues no le vas a hacer ese elevator pitch a tu compañero de gimnasio, a menos que le veas como potencial cliente o compañero. Pero tener las ideas claras cuando se dé el momento te aporta una buena ventaja sobre el resto.

Incluso, puedes utilizar ciertas frases enlatadas en lo referente a temas que consideras complejos de explicar cuando estás tratando con personas que simplemente son curiosas para juzgar.

Como ejemplo personal, cada vez que alguien me pregunta por qué voy en manga corta a mediados de noviembre, podría dar una respuesta detallada y científica sobre por qué lo hago realmente y los beneficios que la exposición controlada al frío tiene sobre nuestro organismo.

Pero para los que preguntan prejuzgando que “soy idiota” les respondo con algo que refuerce su Ego o les distraiga de la pregunta. Al estilo: “soy de Burgos”, o incluso, “no sé, soy estúpido”.

¿Pasa algo por responder así? En absoluto, es más, esto sirve de filtro. Un filtro con el que podrás discernir quién realmente está interesado en conocer tus motivos y a tu persona y quien simplemente quiere Creerse más inteligente (a quién, como los tontos, darás la razón).

Es por todo esto por lo que enlatar material puede ayudarte en tu relación con los demás, ya sea para causar una mejor impresión o para limitar tu energía con quien no aporta a tu vida.

Aún así, la cosa cambia mucho cuando utilizas ese material con personas que ya no te resultan tan ajenas o a las que te gustaría conocer mejor. Especialmente, porque a nadie le gusta…

Consumir Siempre en Lata

consumir siempre en lata

Cada vez que ofreces tu contenido enlatado a los demás les estás ofreciendo algo que sabes que gusta, pero también algo que pueden acabar aborreciendo.

Ya que, al igual que a todo el mundo le gustan los macarrones, a ninguna persona le haría mucha gracia tener que comerlos de manera forzada todos los días.

Como consecuencia, si no eres capaz de reinventarte y ofrecer nuevas comidas a tus invitados, será sencillo que los atraigas al principio, pero no tanto que los fidelices por más tiempo.

Pues a esas personas que de verdad quieren conocer tu restaurante y cómo lo organizas, siguiendo la alegoría, no les interesa ver los alimentos que tienes precocinados o en lata. Sino que desean ver qué alimentos frescos metes en él y la originalidad con que los conviertes en tus platos fuertes.

Por lo que intercambiar la comunicación personal, genuina, asertiva e íntegra por una ficticia y poco individualizada constituye la receta perfecta para el fracaso relacional.

Debido a que algo que sería “comprensible” en un ámbito banal, como sustituir los sentimientos auténticos por frases enlatadas, deja de serlo en esa conversación íntima que quieres propiciar.

Y, peor aún, te lleva a cuestionarte la posibilidad de que, contrariamente a lo que está sucediendo, tus platos únicos no estén siendo bien aceptados. Creyendo así que necesitarías dejar de dedicarles tu esfuerzo y tiempo, para tratar en cambio de incorporar más platos “exitosos” de fuera.

Razón por la que muchos de esos individuos, que Creen que deben ajustarse a un modelo impuesto por sus ideales internos o la sociedad, acaban perdiendo su verdadera Marca o identidad.

Lo que finalmente les conduce a Cocrear…

Relaciones Enlatadas

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Una relación enlatada se distingue de una normal o saludable por su ausencia de originalidad, autenticidad, apertura al cambio e incluso falta de energía y empatía.

En este tipo de relaciones, que pueden comprender desde relaciones de amistad o paternofiliales hasta relaciones de parejas estables o sexuales, no existe una intención mutua de experimentar, de ver la relación desde otra perspectiva o como un puente hacia algo más.

Sencillamente hay un robótico proceder compuesto por comportamientos estandarizados, repetitivos y predefinidos, y por respuestas incompletas, distantes y predecibles.

Lo que lleva a afirmar que dentro de una relación enlatada no hay dos seres humanos, hay dos autómatas. Todos somos responsables de haber propiciado el desarrollo de alguna pasada o presente, pero, igualmente, todos somos responsables de transformarla en una relación sostenible.

No existe ninguna regla que nos obligue a comportarnos con nuestros padres bajo una jerarquía, a solo compartir algún área de nuestra vida o sentimiento con nuestros amigos, o a limitarnos a tener sexo o pedir unas pizzas y ver una peli cuando nos sentimos frustrados con nuestra pareja.

Al contrario, es siempre esa comunicación superficial, estereotipada, tribal y falta de emotividad profunda la que nos lleva a arrastrar con nosotros la carga que supone una relación mal gestionada.

Y lo más preocupante es que en la gran parte de los casos, aunque sea de formas distintas, ese peso es arrastrado por casi todos los integrantes de esa relación.

Claro que es más sencillo echar un “polvo de reconciliación”, criticar al político de turno en la mesa o ir al bar a beber y evadirse contando estupideces, hacer uso del material enlatado.

Pero, a la larga, el precio de no poner en juego la empatía, asertividad e interés genuino con aquellos con los que nos relacionamos, tanto por sus sentimientos como necesidades, nos lleva a ser reactivos ante desenlaces que fueron evitables mucho tiempo atrás.

De ahí que no sea extraño encontrarse con parejas que rompen a gritos o recalcando “todo lo que han hecho por la otra persona”. Que un padre no comprenda por qué su hijo ha escogido cierto camino en vez de otro. O comentarios venenosos, rencores o incluso peleas a puño limpio de personas que el día anterior “parecerían” ser amigos de toda la vida.

Al fin y al cabo, cuando una persona enlata aquello que le funciona en cierto ámbito también está poniendo un límite ficticio. Una barrera que no va a querer cruzar porque se sale de su área de influencia y porque no dispone de la confianza suficiente como para abrazar la incertidumbre.

A pesar de ello, en el proceso no solo está limitando a la otra persona en su interacción, sino que se está limitando a si misma. Está limitando su propia capacidad de elección.

Pues cuando sustituye su libertad y la del otro por patrones de conducta predefinidos se vuelve esclavo de una rutina carente de significado, de una tradición que puede no representarle más.

Es difícil aceptar que las cosas y las personas no son rígidas, que un día están y el siguiente quizás no lo hagan. Que son susceptibles a cambiar, a seguir caminos que nos resultan desconocidos. Y, sobre todo, es difícil aceptarlo sin juzgar, sin poner de manifiesto nuestra propia inseguridad.

Con lo que, si pretendes que tus relaciones no estén delimitadas y puedan crecer cómo están llamadas a hacerlo, deberás cultivar en lo más profundo de ti el amor.

Un amor incondicional, un amor fati que sea mucho mayor que el que puedes tener por tu propio ideal. Un amor que trascienda las barreras mentales que tanto te cuesta derribar.

Porque sin él no podrás regar adecuadamente ningún germen de cualquiera de las relaciones que pretendas cultivar. Puesto que son necesarios el compromiso sincero, la autenticidad y la búsqueda altruista de felicidad, que nacen de él, para que esa semilla consiga brotar.

Así, rompiendo con la autoimposición de tus fronteras y dejando a un lado la lata mental que tanta guerra te da, te volverás capaz de alcanzar el bienestar a través de tu originalidad.

Capaz de reconocer lo que a ti mismo y a los demás os vuelve únicos y hace Ser algo especial.

 

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