Feminismo Retrógrado

Feminismo Retrógrado

feminismo retrógrado

No soy feminista.

 

No al menos según se plantea el feminismo hoy en día. Un escenario donde éste ya no tiene el significado noble de la RAE, sino que lo que se promueve es un feminismo radical o hegemónico en el que solo un colectivo puede ganar. Un feminismo que, paradójicamente, es retrógrado.

Claramente, abogo por la igualdad de todos los seres humanos, así como trato de fomentar con muchos de mis artículos crear relaciones más sostenibles y armoniosas.

Lo que no tolero es que ciertos individuos se traten de aprovechar de otros alegando que les están ayudando a superar o salir de una opresión ficticia.

Y esto es lo que está pasando hoy en día dentro de la…

Demagogia Violeta

demagogia violeta

Como la mayoría de las cosas que se vuelven populares, a pesar de que sus inicios puedan ser altruistas y desinteresados, el final tiende a regirse por la corrupción y avaricia de unos pocos.

Así es como el feminismo legítimo se ha ido prostituyendo hasta acabar convirtiéndose en el feminismo radical común hoy en día, en aquello que en un principio detestaba.

En un feminismo que frivoliza palabras como “violación”, unas que resultan denigrantes para las personas (hombres y mujeres) que realmente han sufrido esas tristes situaciones.

En un feminismo que cada día se parece menos a un activismo político emancipador y que, contrariamente, empieza a tener similitudes con algunos integrismos religiosos.

Pero al gobierno que defiende estas posturas no le importa. Muchos partidos políticos han visto que si lo apoyan superficialmente y dan bombo movilizan mucho más poder y dinero sin que se les cuestione por ello. Y esto es lo único que de verdad les importa, sacar tajada.

Ten en cuenta que una mínima parte de los fondos de las asociaciones feministas se destinan a las víctimas reales de la violencia de género. ¿El resto? Va directo a los lobbies y generación de redes clientelares.

Se ha convertido en un negocio tan rentable que es imposible que la gente con poder no quiera invertir en él y tratar de expandirlo.

Y esto es lo que han conseguido, convertir un drama en un negocio político en el que las verdaderas víctimas no tienen cabida.

Conseguirlo no ha sido complicado, teniendo en cuenta el gran papel que ha tenido la conexión digital. Tan solo ha hecho falta pervertir el uso del método científico para que todas las hipótesis que se planteen parezcan acertadas. Así como utilizar la amenaza social y manipulación sobre personas incultas y jóvenes, explotando sus emociones.

Transformando el feminismo en una ideología que se utiliza como un arma, un arma que hace…

Mucho Ruido y Poca Música

La mayoría de las posturas que defienden este feminismo mediático no tienen una base sólida, se cimientan sobre humo.

Lo mejor que saben hacer es fomentar la histeria colectiva. Llevando tanta emocionalidad y visceralidad por defecto que todo argumento ajeno resulta imposible siquiera de escuchar. Algo que intentan justificar escogiendo cuidadosamente argumentos que les encajen bien.

Despreciando cualquier clase de trabajo u opinión de una persona informada, de ciencia o que quiera empatizar sin adherirse a su causa. Pero no el de otra persona que simplemente afirme sentirse ofendida, especialmente si ha sido “culpa” de un hombre.

¿El problema de esto? Que, aunque su postura realmente estuviese erguida sobre ladrillos, se ha usado tan a la ligera y sin criterio que se ha vuelto un chiste.

Ya no se la puede tomar en serio, se la ha deslegitimado y desacreditado, como pasa con muchos asuntos que salen en la televisión, algo que ya afirmaba Mauricio Ferraris con su realitysmo.

Consiguiendo, mediante la gran confusión creada, que las mujeres dejen de saber cuál es

La Lucha del Feminismo

Cuando te dejas llevar por los mensajes alarmistas que solo buscan crear miedo y resentimiento en la sociedad acabas por perder la visión objetiva de la realidad.

De esta manera es como se han instaurado unos complejos en las mujeres para que éstas se crean débiles e impelidas a defenderse reactivamente, cuando en verdad son iguales que su contraparte.

Acabando por emprender acciones hipócritas en vez de luchar por el feminismo igualitario en todo el mundo, especialmente en algunos lugares donde es muy necesario.

Inventándose “micromachismos”, una forma de quejarse por nimiedades. En vez de luchar por lo verdaderamente importante, como puede ser erradicar la desigualdad en esos países como los de medio oriente e islámicos.

Y llegando a extremos donde a las feministas retrógradas les importa más ir o no depiladas que el maltrato infantil per se.

Unos extremos rentables donde pedir que peticiones banales se tengan en cuenta tiene que ver más con la política nacional que con los deseos benévolos internacionales.

¿Por qué? Porque el dinero público que mueve la “lucha feminista” es incalculable. Donde una campaña para el 8M puede recoger más dinero que el que el gobierno ofrece para la financiación en la investigación de cáncer de próstata.

Así es como en España, un país con igual de oportunidades para hombres y mujeres, ese dinero público que debería invertirse para asuntos importantes o saldar la deuda externa que poseemos se malgasta en llenar los bolsillos de los que han decidido prostituir el feminismo.

Respaldar semejante comportamiento se les antoja sencillo. Basta con ofrecer datos sesgados, hacer cherry picking con ellos y mostrar una desigualdad inexistente (como la brecha salarial) entre personas que comparten una misma condición.

Arrojar esa información errónea o incompleta junto con una dosis de energía moral específica es lo que finalmente lleva al fanatismo.

Perdiendo la propia identidad y pasando a adoptar una mentalidad de colmena. Pero, lo peor de todo, haciendo que las mujeres olviden su propia lucha y ya no la tengan clara.

Finalmente, con el poder de las mujeres que han caído en sus vehementes redes, mujeres que si ya estaban resignadas antes de por sí ahora se han vuelto más repulsivas, acaban por alcanzar el segundo e imprescindible paso…

Generar Miedo en los Hombres

¿Cómo puedes empoderar a una mujer sin que pisotee al hombre en su camino? Esta es la sencilla pregunta que el feminismo radical no sabe responder.

Su verdadero propósito se ha distorsionado tanto que el propio feminismo, que trataba de perseguir la igualdad entre hombres y mujeres, ha vuelto al sexismo, aunque del revés.

Cayendo en los mismos errores que criticaba, ahora busca la discriminación del hombre. Uno, porque “no se le puede perdonar” por lo que históricamente ha hecho. Dos, porque hay que canalizar la gran resignación presente de alguna manera.

Y, con motivo de desmontar el “patriarcado” se fomenta esta estigmatización de lo masculino, pintándolo como una figura a repudiar, y potenciando la misandria general.

Esos mismos hombres que estaban cómodos con la igualdad y que activamente la buscaban, han pasado a ser demonizados y perseguidos con la excusa de que tienen que reformarse.

Supuestamente, ahora todos son o han sido “violadores”, “machistas” y aliados del mal. Donde ninguno está en contacto con sus sentimientos y deberían ser resocializados hacia conductas más feminizadas, “mejores”.

No vamos a negar que existan violadores desalmados por ahí. Pero eso no significa, ni mucho menos, que todos los hombres lo sean o vayan a serlo (bajo su verdadero significado).

Aun así, se les trata como tal. Celebrando su presunción de inocencia y permitiendo que una simple denuncia falsa, que no son pocas (muchas más de las que crees), tenga el poder de arruinarles la vida, a pesar de que hayan sido el equivalente masculino de la Madre Teresa.

No es de extrañar por ello que ahora los hombres tarden en siquiera plantearse tener una relación seria con una mujer. Y no te digo ya casarse con ella, con todo lo que supone legalmente…

No es de extrañar que estén profundamente desorientados con Noes que son No, Noes que son Sí, Síes que son No y un consentimiento verbal que “no significa nada”.

No es de extrañar que quieran desentenderse de feministas que critican la impulsividad masculina pero que a la vez adoran obras como 50 sombras de Grey, o que justifiquen y den vía libre a los actos machistas de personas con diferente religión a la suya.

No es de extrañar que tengan miedo de insistir demasiado con ellas y las estén “acosando”, y prefieran masturbarse a tener que firmar un salvoconducto antes del sexo.

¿Quién se Aprovecha entonces de las Mujeres?

Cuando menos se teme al Lobo es cuando éste va vestido de Cordero.

 

En la sociedad de hoy en día, dentro de los países desarrollados es muy complicado encontrarse con modos de vida especialmente diseñados para favorecer a los hombres frente a las mujeres.

Sin embargo, todavía existe una forma de poder cuyo fin es despojar a este género de todo su potencial para usarlo en su propio beneficio.

Y esa forma de poder no es otra más que el epicentro de las posturas feministas radicales.

Este machista supremo se ha camuflado y ha sabido dirigir a las mujeres que aún no lo han reconocido sin que ellas se den cuenta. Pues, como diría Dostoievski, “la mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”.

A la vez que les arroja falsas esperanzas y halagos, como que las mujeres nunca mienten y hay que creerlas, o que defender tu postura feminista implica tener el mayor voto para hablar, comentar o decidir respecto a cierta situación, les utiliza para ganar más adeptos.

Todos aquellos que se oponen son cooperadores del mal y el “patriarcado”, están alienados y hay que, sorprendentemente, censurarlos. Consiguiendo que, proyectando el daño fuera nadie se dé cuenta del que surge desde dentro.

El feminismo radical habla por las propias mujeres, les atribuye unos deseos que han de poseer y obra por ellas con la coartada de querer protegerlas y brindarles la igualdad.

Habla y habla de empoderar a la mujer, pero después la trata como a una pequeña florecilla.

Afirma, por ejemplo, que una mujer que ha consumido alcohol y después tenido sexo ha sido “violada”. Con ello, respalda que ésta es incapaz de ser responsable de sus decisiones.

Y con todo lo demás, parece que lo que propone es que las mujeres son discapacitadas, incapaces de expresar lo que sienten o quieren. Por ello, en su minusvalía, y contrariamente a la independencia que buscaban, necesitarían una protección especial.

Para más INRI, se las proporciona subvenciones y otra clase de ayudas no merecidas (y pagadas por todos) que no hacen sino servir de profecía autocumplida. Ya que entonces la solución para que las mujeres fuesen independientes sería hacerlas más dependientes.

Dejan atrás el “las mujeres entran gratis”, porque consideran que no es justo objetificar a estas como medio sexuales. Pero abrazan el “las mujeres Deben entrar gratis”, Creyendo redimirse por lo anterior, aunque inconscientemente posicionándose como medios para llevar a cabo un fútil intento de inclusión.

No siendo capaces de ver la propia hipocresía e interfiriendo en su propia autonomía como si de niños se tratase. Consiguiendo únicamente que la mujer pase de ser un objeto sexual a ser un objeto inclusivo.

A pesar de ello, muchas le siguen dando la razón sin pensar. El propio Estado a través de sus programas desprecia y llama inútiles a las mujeres, y ellas simplemente le defienden.

Por lo que si empiezas a ver todo muy oscuro llegará el momento en que te cuestiones…

¿Cómo he de Encontrar la Igualdad?

encontrar la igualdad

Lo primero de todo es comprender que la Igualdad siempre ha estado ahí, que simplemente cuesta verla entre tanto barullo de emociones desperdigadas.

Lo segundo, aceptar que cada género ya afronta sus propios retos.

Cada uno tiene unas luces y unas sombras, pero esto no implica que deban pelear entre sí. Contra quienes sí deberían estar en guerra es contra aquellos que alimentan ésta.

Las diferencias no son algo que temer, sino algo que celebrar. Estas nos enriquecen como seres vivientes con cultura y deberíamos protegerlas siempre que se apoyen en el respeto mutuo.

El feminismo hegemónico o radical no puede sostenerse por sí mismo, literalmente, y te necesita adherido, para lo cual envenena tu mente con emociones y datos sesgados negativos.

Sin embargo, el verdadero feminismo, el de la RAE, no te incita a meterte en ningún grupo que te diga lo especial que eres por tu género o te apoye en todo para hacerte sentir bien.

Éste te anima a pensar por tu cuenta, a pelear por, como hicieron las representantes ilustres del feminismo, convertirte en lo que quieres dejando el mundo mejor de cómo estaba.

Te llama a condenar cualquier forma de desigualdad, ya afecte al hombre o a la mujer, y a luchar contra la violencia y desigualdad sin trastocar los principios constitucionales que lidian con ellas.

Pues, querer la igualdad implica aceptar la realidad en la que se vive y trabajar duro por hacerla aún mejor, en vez de esperar a que quejas infundadas de ofendidito lo hagan.

Querer la igualdad implica no callarse ante la discriminación, con independencia de quién la sufra.

Querer la igualdad implica dejar de alimentar estos temas con tanto odio y dinero malversado, para ganar empatía, objetividad, razón crítica y dejar ir ese dinero a otros ámbitos esenciales como la salud o la investigación.

Querer la igualdad implica no sentirse mal por lo que haya hecho otra persona que no te represente, a pesar de que lo repruebes.

Querer la igualdad implica no pedir perdón por tu condición, por Ser lo que eres. 

 

Porque la igualdad no es algo que haya que forzar, sino un pacto que entre todos hemos de acordar.

 

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