Ofenderte te Vuelve Repulsivo

Ofenderte te Vuelve Repulsivo

ofenderte te vuelve repulsivo

Ofenderte te vuelve repulsivo.

 

Antiguamente, las ofensas eran tomadas como asuntos muy serios que incluso podían conllevar la muerte del ofensor.

Hoy, en la mayor parte de los sitios, y afortunadamente, pocas acarrean consecuencias físicas y simplemente se limitan a argumentos neutros y Egos dañados.

Es tan sencillo sentirse ofendido en la sociedad hiperconectada actual que se requiere de un gran autoconocimiento y autocontrol para ser ecuánime, empático y no rebajarse al nivel de otra persona que Creemos ofensora.

Para ver esto basta con darse un breve paseo por Twitter o preguntar a algún conocido que lo haga a diario con qué se encuentra. Lo más común es que se tope con varios hilos en los que aparezcan temas políticos y numerosas personas quejándose de ciertos comentarios.

Incluso, quizás tú seas una de ellas y te estés preguntando:

¿Por qué No puedo Ofenderme Cuando es “Necesario”?

Primero de todo, hemos de partir del punto de que un hecho puede suscitar ciertas emociones en tu persona. Éstas pueden ser encauzadas, pero no se pueden evitar, yendo desde la alegría hasta otras muy diferentes como el enfado o el asco.

Sin embargo, “sentirse ofendido” no es proceso de una emoción, sino de un sentimiento. Y en este caso se trata de un falso sentimiento, ya que el origen de éste no reside en la propia persona, sino en una externa.

Es decir, si escuchas a alguien argumentando algo que consideras discriminatorio o poco acertado te sentirás enfadado, triste o asqueado con el argumento. A parte de que probablemente decidas relacionarte menos con esa persona.

Por el contrario, si escuchando eso mismo Crees sentirte ofendido porque tu Ego se Cree receptor del argumento, estarás cediendo todo el poder a la otra persona sobre tu estado de ánimo. Algo que no querrías hacer especialmente si no armonizas con ella.

Además, adoptar una actitud de ofendido no hará nada por ti más que ponerte en una tesitura en la que no veas las cosas ni de forma objetiva ni con buenos ojos.

Más bien, te dejará por la vida como un pitufo gruñón. Protestando por cada cosa que se haga (ya te afecte o no), Creyendo que tú lo harías mejor y que los demás siempre obran mal a voluntad.

De hecho, distinguir una persona así no suele ser muy difícil. Pues solo toparte con ella puede resultarle ofensivo y no tendrá tapujos en expresarte su insatisfacción.

Sin ir muy lejos, hace poco me crucé con una que sinceramente me dio pena. Te cuento la historia resumidamente (aunque tampoco me esforcé en que fuese más allá, no merecía la pena):

Compartir Taxi no es Proactivo, sino Ofensivo

compartir taxi

Era de madrugada. Tras salir de fiesta decidí ir a coger un taxi hasta mi lejana casa.

Cuando llegué a la parada me encontré, como de costumbre, una larga cola de gente esperando.

Decidí por ello hacer lo que muchas otras veces hago para ahorrar tiempo y dinero: acercarme al comienzo de la cola y preguntar en alto si alguien va cerca o a la misma zona que yo.

Mucha gente me miró y no dijo nada, pero una chica me comentó que ella iba por ahí.

Le pregunté si iba sola y asintió (muchos se siguen preguntando por qué la cola de los taxis siempre es tan larga). Así que le propuse ir juntos y compartir gastos, y le pareció buena idea.

Poco rato después, mientras me despedía de un amigo, otra chica se acercó por detrás y empezó a balbucear cosas en lo que solo escuché “este pavo se quiere colar de todo el mundo por la cara”.

Al imaginarme que probablemente me encontraba ante una persona ofendida, o una chica que esa noche no había pillado cacho y estaba furiosa, traté de comunicarle mi propósito empáticamente.

Resumidamente, argumenté que no me estaba colando de nadie si el taxi en el que me iba a montar iba a partir igualmente, con o sin mí, y encima a la chica con la que iba le salía mejor de precio.

Pero, pese a lo que dijese, ella seguía firme en su postura ofendida de que me había colado por malicia y empezó a argumentar que casualmente ella y muchos de la cola iban también a ese lugar.

Con calma, le pregunté por qué no había hecho lo mismo que yo entonces, para “por sorpresa” encontrarme con un gruñido y cosas que no recuerdo por el sinsentido que suponían.

Viendo que la vía del razonamiento no era efectiva, traté de llegar a un acuerdo con ella:

Le comenté que si ella misma y esa otra gente íbamos todos a lugares cercanos quizás podríamos organizarnos de manera que llenásemos 4 plazas, y montásemos todos barato y sin problema.

¿Cuál fue su respuesta? … La misma.

Estaba tan empecinada con que me había colado, y tal era la ofensa que le “había hecho” hacia su persona, que la única solución según ella es que “esperase la cola como todo el mundo”.

Y, compadeciéndome, dejé de escucharla y fomentar una comunicación que no llevaba a nada.

Sencillamente me limité a montarme en el taxi que vino con la chica del principio después de volver a preguntarle si estaba de acuerdo en que lo compartiésemos.

¿El resultado global? Yo llegué a mi casa más pronto de lo esperado y con más dinero.

Tan solo tuve que intercambiar un par de palabras: unas para llegar a un acuerdo con una persona abierta a hacerlos, y otras para “malgastarlas” tratando de llegar a otro con una persona ofendida.

No sé qué cara puso esta última chica cuando me monté en el taxi con la otra. Me la puedo imaginar, pero tampoco me importa.

Lo único que sé es que trató de dar el espectáculo en la parada para intentar ponerme en evidencia por haberle ofendido (y por proyección a los demás), y que tras mi ida seguro siguiese quejándose.

Quizás algunas personas acabasen sucumbiendo a su vehemencia infundada y pensasen mal de mí, es fácil caer en la emocionalidad del momento.

Pero otras más conscientes, incluido un amigo de ella que me lo dijo por lo bajo, pensaron que mi estrategia era totalmente legítima y no veían problema alguno.

Por ende, ver a la otra persona comportarse así por algo banal les hizo percibirla como una persona repulsiva con la que no les gustaría tener demasiada relación.

Ya que, aunque esta vez fuese yo, tengo la garantía de que no he sido ni seré el único objetivo de sus sentimientos autoperceptivos de ofensión.

Al fin y al cabo, y por eso considero que puedo entenderla y compadecerme, esa chica no estaba enfadada conmigo, sino con ella misma.

¿Por qué? Porque se dio cuenta de que a veces existe una manera proactiva de coger un taxi esperando y pagando menos.

Y el hecho de que no la hubiese descubierto antes o que no se atreviese a ponerla en práctica (aunque montar la escena no le diese vergüenza) le hizo sentirse mal consigo misma. Con lo que, al no querer aceptarlo, lo pagó con el que Creía era el percusor de esos sentimientos, o sea, yo.

Puede que su “elevado” sentido de la justicia no le permita ver este punto de vista o puede que cuando volviese a casa se diese cuenta de qué era lo que amablemente traté de explicarle, y otro día ella misma lo ponga en práctica y se encuentre en una similar situación.

De cualquier manera, ella será la responsable de dejar que el motor de sus acciones sea su proactividad y motivación, o los aspectos “desfavorables” para ella de las acciones ajenas.

Aun así, te lo repito:

Ofenderte No te Vuelve Guay, sino Repulsivo

Sentirte ofendido por cosas triviales es igual de estúpido que ir a un bar de copas y quejarte al dueño por los elevados precios que ha establecido.

A éste le daría igual tu crítica y a ti deberían darte igual sus consideraciones financieras.

Si no te gustan o no te parecen razonables siempre puedes irte de ahí y no volver. Pero no intentes que los demás cambien su actitud porque tú no sepas lidiar con la tuya.

De la misma forma, si no aceptas un hecho objetivo, como qué una hembra es una mujer o que la gente siente más atracción por la gente esbelta y de cuerpo estético que por las personas gordas, y no te sientes a gusto, es tu problema. (Eso, oféndete si tienes gónadas)

Y efectivamente, muchas de estas posturas vienen inducidas por haber visto demasiado la televisión o ser rehén de tu teléfono y creerte al dedillo los ideales que muchos quieren inculcarte.

Un escenario donde muchos dejan de ver la realidad objetivamente con el fin de encajar dentro de unos estándares “políticamente correctos”.

Pero también sucede al contrario, encontrando gente que se ofende porque no se la reconoce.

Por ejemplo, si eres una mujer y necesitas que todo el mundo esté detrás de ti diciéndote lo guapa que te has vestido ese día y que tienes la misma potencialidad que un hombre para trabajar de lo que quieras, porque si no te sientes ofendida, significa que en el fondo no te crees ni que eres atractiva ni los propósitos del verdadero feminismo.

Lo que indica que sería mejor trabajar en tu autoestima y creencias que en las actitudes de los demás, debido a que éstas quedan fuera de tu área de influencia.

 

Si eres diferente al resto del mundo por tu condición sexual, recorrido laboral, físico, forma de pensar, etc. acepta que vas a encontrarte con críticas ajenas. Más cuánto menos “normal” seas.

Por eso, no puedes sentirte ofendido cada 2 por 3 por el simple hecho de ser quien eres. Eso solo te quitaría energía y te haría tener presentes unos sentimientos poco productivos.

Es más, si estás continuamente quejándote por la libertad de pensamiento de otras personas en función de la tuya, el sentido de la propuesta deja de existir.

Y ofenderte hemos radicado que no te hará parecer más guay, sino más repulsivo.

Las personas con que te relaciones dejarán de ser genuinas contigo, ya no te dirán asertivamente lo que piensan para que puedas verlo si no te has dado cuenta o trabajar en ello si lo consideras.

Al contrario, dejarás de cultivar relaciones sostenibles y te quedarás con unos amigos de relleno que estarán contigo por la imagen que quieres proyectar y estás lejos de ser.

Todo por unos ideales superficiales que no te llegas a creer y porque esas otras personas se sentirán igual de ofendidas y repulsivas que tú.

 

Así que, si no eres el tipo de persona que se ofende pero temes ofender a alguien, mejor vuélvete un necio, te lo digo de corazón.

Ese tipo de miedo es uno que poseerás continuamente y que va a ser incapacitante. Al fin y al cabo, es estadísticamente imposible hacer algo y no ofender a nadie en el proceso.

Mejor, haz lo que tú consideres, teniendo el cuenta a los demás y obrando de forma empática. Si, por algún casual, después quieren seguir ofendidos, será su problema, no el tuyo.

 

Y recuerda, si quieres entrar gratis al Club de la Gente Repulsiva, ya sabes: Oféndete.

 

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