La Gente NO Quiere Cambiar
La gente no quiere cambiar.
¿Cómo sé esto?
Porque, por momentos, formo parte de esa gente.
Efectivamente, tú, yo y tus padres nos negamos a cambiar. No porque no queramos hacerlo, sino porque nos resulta más cómodo no tener que lidiar con ello.
Por si sigues pensando que tus padres son magnánimos, trata de convencerles para que alimenten a tu hijo a base de comida real cuando a ti te hayan alimentado a base de galletas.
Si en algún momento el cambio se hace inevitable lo aceptamos a regañadientes o alegando que ha sido fruto de una idea propia. Mientras tanto, lo dejamos pasar.
El sentido evolutivo de esta tendencia está claro. ¿Para qué “malgastar” recursos en hacer las cosas de manera diferente cuando así ya van “bien”?
En el pasado, decidir cambiar el asentamiento del poblado o ir a cazar 15 Km más al norte por gusto no era quizás la mejor opción. Ya fuese porque en el primer caso no hubiese un río cerca y en el segundo porque podrías hacer 30 Km extra para volver las manos vacías.
Y los recursos eran caros, muy caros. Así, los escasos intentos de cambiar las cosas, aunque fuesen de manera proactiva, estaban muy limitados y no se hacían a la ligera. Por lo menos está era la forma cómo lo hacían aquellos de quién desciendes.
Hoy en día, sin embargo, tienes recursos de sobra para andar por la calle sin amenazas acechantes con 200 Kg de más o ni siquiera tener que hacerlo, pudiendo “vivir” desde la cama.
A pesar de ello, sigues teniendo el mismo miedo al cambio que el que presentaban tus antepasados. Porque tienes su “mismo” cerebro.
Y todo esto sucede porque existe una enorme adicción a la…
Zona de confort
- ¿A quién le apetece ir a la biblioteca a buscar información en libros y enciclopedias cuando puedes preguntarle a Google, o a ChatGPT?
- ¿A quién le apetece dejar de comer aquellos “alimentos” tan ricos cuando “no estás tan mal” o “al menos tienes salud”?
- ¿A quién le apetece hacer ejercicio cuando “estás bien” o “ya andas mucho en el curro”?
- ¿A quién le apetece cambiar de amigos cuando “los que tienes no te tratan tan mal”?
- ¿A quién le apetece dejar a su pareja cuando “puedes esperar hasta después de…”?
- ¿A quién le apetece emprender en sus sueños cuando “ya trabajas lo suficiente”?
- ¿A quién le apetece cambiar su estrategia cuando “lo que haces ya te funciona”?
- ¿A quién le apetece aceptar su parte de responsabilidad cuando “no puedes hacer nada”?
- ¿A quién le apetece entenderse, entender a los demás y tratar de formar relaciones más armoniosas con ambos cuando “ya te conoces suficiente” y “te llevas bien con el resto”?
Hacer todo esto no cuesta íntegramente, de hecho, a la larga reporta muchos beneficios. Pero sí cuesta a nivel mental. Cuesta porque implica invertir esfuerzo y recursos (los cuales te recuerdo que te sobran) sobre un terreno desconocido.
Y antes que meterte “donde no te llaman” prefieres quedarte en tu Zona de Confort.
Es más, si en algún momento sales de ella, por voluntad o por confusión, sus secuaces no dudarán en tratar de lograr que desistas. Y estos son muy poderos, en concreto son:
1. La procrastinación
Dejas para mañana lo que puedes hacer AHORA.
¿Tu problema es que te gusta organizar la semana demasiado? Al contrario, es que te faltan gónadas para hacer inmediatamente algo novedoso o que requiera emplear más esfuerzo que el que requeriría decidir no hacerlo.
Y si alguna vez te has preguntado por qué eres tan improductivo en el largo plazo solo tienes que leer el primer punto de este artículo, porque justamente es lo mismo.
Repito, la gracia del asunto no es que no quieras cambiar. Es más, puedes que lo anheles. Pero es mucho más sencillo dejarse llevar por cualquier clase de estímulo que te disuada de continuar con esa demandante propuesta que llevarla a cabo cuando tienes la oportunidad.
Quizás antiguamente era más complicado justificar tu procrastinación con excusas, tampoco he vivido en otras épocas como para saberlo. Lo que sí sé es que hoy en día probablemente sea lo más fácil y comúnmente aceptado que exista.
Por ejemplo, quien te manda ir a nosequé conferencia de desarrollo personal o intentar impulsar tu negocio cuando hay derbi, recientemente han sacado un nuevo videojuego o álbum de música, o acabas de ver en YouTube un tipo que coje abejas a puñados sin que le piquen y puedes hacerte “experto” de cómo el humo las calma y el proceso de recolección de la miel (aunque las tengas más miedo que a los besos con pintalabios que te daba tu abuela).
No es sencillo ponerse a lo que deberías o te gustaría hacer cuando hay excusas “justificables” o distractores por el medio.
Lo importante es vencer la fricción inicial, pues, una vez en la salsa, te es mucho más fácil nadar. Pero llegar a romperla es lo complicado, y tu mente va a tratar de evitar que lo logres, porque ésta sigue pensando que el coste-beneficio cortoplacista no está justificado.
2. El miedo
Te aterra la posibilidad de que las cosas no salgan como pensabas.
El miedo es una emoción básica cuyo propósito es activar tu sistema nervioso simpático (SNS), es decir, tu modo lucha/huida. En casos extremos, puede llegar hasta a paralizarte.
El problema es que hoy en día no hace falta luchar o huir de ningún depredador u oponente. Por lo que hemos trasladado esas emociones a un plano en el que nos movemos más.
Así, los asuntos que más repercuten en esta emoción son los sociales. Asuntos del estilo: tienes miedo a la pérdida (trabajo, pareja, amigos…), a “perder valor” como individuo (hacer el ridículo, romper unas expectativas depositadas en ti, no aceptar fielmente lo que otros ya han dado por sentado…), a ser rechazado (al conocer a alguien, en una entrevista, al emprender…), a no ser querido, necesitado, tenido en cuenta, estimado, etc.
El sentido evolutivo sigue siendo el mismo que antes, la activación de ese SNS fomenta que trates de defender ferozmente tu obrar o, en la mayoría de los casos, que rehúyas la conducta iniciada.
Y aquí es clave la presión social, pues tu cerebro sigue pensando que vive en tribus donde la negativa por un par de individuos poderosos podía suponer tu expulsión y, muy probablemente, tu muerte. Pero el mundo de hoy está mucho más conectado de lo que tu mente podría imaginar.
¿No ves lo sencillo que puede ser? Imagina que todos tus amigos y seres queridos se alejan de ti. A pesar de que el duelo sería una etapa necesaria, no te costaría volver a crear nuevos lazos. Ya sea apuntándote a alguna actividad que te interese, chateando en comunidades afines a tus gustos o simplemente saliendo a la calle e interactuando con personas en tu misma onda.
De hecho, si das la vuelta al ejemplo, no tardarás en darte cuenta de que esto es lo que experimenta mucha gente (quizás tú mismo lo hayas hecho) cuando tiene que marcharse a algún lugar del extranjero por estudios, trabajo, vacaciones, etc.
¿Y ves tú que esas personas estén llorando porque se han separado de todo el mundo? Bueno, quizás las más dependientes y con apEgo lo hagan un poco. Pero igualmente acabaran conociendo a gente con la que compartan gustos o que casualmente esté en su misma tesitura.
Ratificando que el miedo es, la mayoría de las veces, infundado, piensa cómo te lastra de alcanzar tus objetivos, de expresarte como realmente eres y de estar en calma y a gusto contigo mismo.
Es más, ¿qué harías si no tuvieras miedo?
La respuesta a esta pregunta puede revelar muchos campos sobre los que deberías trabajar. Pero, aun sabiendo esto, muchos deciden conservar su miedo, abrazar su procrastinación y no cambiar.
La razón no es otra sino que tienen algo que se lo impide, un gran obstáculo que a pesar de ser controlable Creen insalvable, llegando a identificarse con él. Y este obstáculo es…
El Ego
Trata de enseñar a tu madre o abuela cómo hacer las croquetas bien. Lo más probable es que tu recomendación acabe en la basura y que te deshereden. Si además te quedas sin croquetas puedes comentarle que a mí me gustan mucho.
Fuera coñas, no puedes pretender enseñar algo de la noche a la mañana a cualquier persona, especialmente si lleva mucho tiempo haciéndolo de una determinada manera.
No es que no te quieran escuchar o que desprecien tus consejos (que puede que sí), sino que confían más en su capacidad limitada de decidir y en los sesgos que les recuerdan que las demás veces salió bien a su manera.
Solo aquellas personas que estén adaptadas al cambio, que se sepan mover en él, que no busquen ser normales, o que particularmente estén de muy buen humor van a tener en consideración aquello que tengas que aportar, lo lleven a término o no.
La razón de esto es que el Ego tiende a dominar la mente, resguardándose tras la sensación del miedo y tras el impulso de procrastinación. Condición por la que tu Ego no te va a dejar hacer las cosas de manera diferente a menos que sea imprescindible cambiarlas.
Para él no vale la pena si no es estrictamente necesario, solo sería malgastar recursos. Su misión ya sabes que es la de protegerte, pero, como has visto antes, ésta ha quedado obsoleta.
Ahora lo único que hace es limitarte sin mucho sentido y hacer que saques tu lado más visceral o emocional cuando los demás tratan de incidir sobre él.
El Ego vive a la defensiva, la Esencia defiende la Vida.
La gente no quiere cambiar aunque tenga el poder de hacerlo. Su Ego no se lo permite.
Para ellos es más fácil seguir viviendo en su burbuja imaginaria y no exponerse al cambio. Pero, como toda burbuja, acabará por explotar. Y ahí será cuando, si están dispuestos a cambiar y abrazar los cambios abiertamente, podrán trascenderlo.
Desafortunadamente, muchos no ven esa potencialidad y prefieren avivar aún más ese Ego. Resguardándose con él, utilizándolo como coraza para protegerse ante las incertidumbres y utilizándolo para vehementemente reclamar lo que “les pertenece”.
Todo esto se podría resumir de la siguiente manera:
La gente prefiere ser su condición antes que su acción.
Es mucho más sencillo victimizarse, identificarse con el propio Ego, no ver más allá, no aceptar la parte de responsabilidad, actuar “como te salga” y no tratar de cambiar que hacerlo al revés.
Pues hacerse dueño de las propias emociones y acciones, desidentificarse del Ego, actuar como deberías y hará feliz a la larga, y estar dispuesto a cambiar no es algo que salga solo.
Es algo que cuesta energía y, recalco, a tu mente y a tu Ego no les gusta eso. Solo si estás 100% decidido a cambiar o tomar acción lo harás de verdad. Mientras no estés comprometido, tu Ego decidirá sobre tu vida. Y por si aún no me crees, te daré…
Mi ejemplo: Superar la Hematofobia
La hematofobia es un miedo irracional a la sangre. Es de los pocos miedos que no te paraliza, sino que te puede provocar un desmayo.
Un proceso que está mediado por el síndrome vaso-vagal. O de forma resumida, una respuesta bifásica que consiste en una activación potente del SNS, que genera elevada frecuencia cardiaca, tensión muscular, etc. seguido de una inhibición brusca de este, lo que provoca una bajada anormal de la tensión y frecuencia cardiaca, que es lo que puede conllevar el desmayo.
¿Por qué quería cambiar?
Como habrás podido leer, o aún más si lo experimentas, la posibilidad de desmayarse ante una situación que puede ser cotidiana, como ir a sacarse sangre, o en la que se precisa de tu ayuda, como que tras un accidente alguien necesite asistencia urgente, no es muy agradable.
No solo eso, sino que en mi caso la sensación de impotencia de que algo tan “insignificante” pudiese causarme semejante respuesta me era insoportable.
Era algo que no resonaba con mis valores y que Quería Cambiar. De manera que estuviese en control de mi cuerpo y emociones cada vez más.
Los orígenes de mi fobia, según puedo constatar, radican en una situación social que viví de pequeño y en un condicionante epigenético por parte de mi abuelo materno. (de la epigenética quizás hable otro día, que es un asunto muy interesante)
De hecho, desde pequeño mi color más “odiado” siempre fue el rojo, creo que te puedes imaginar por qué. Y pensar en su correspondencia me traía sensaciones incómodas.
¿Qué hice para cambiar?
La técnica para empezar a controlar esta fobia consistió en unos ejercicios que me facilitó la psicóloga y formadora Piedad Castellanos.
Unos ejercicios que brevemente consistían en aprender a controlar la activación del SNS para evitar esa bajada brusca de tensión y el desmayo.
De forma que el hecho de no desmayarse según la anticipación del miedo comenzase a revertir la asociación negativa que se tiene hacia ese estímulo, en este caso la sangre. Dándose la posibilidad de combatir las creencias psicológicas propias.
Proceso que llevado bien a cabo surtirá efecto de manera que puedas acabar tolerando la sangre de una forma muy parecida a la gente que no presenta la fobia, sin desmayos o mareos.
Por lo menos, a mí me funcionó.
¿Pasó algo con los ejercicios?
Después de observar mis propios resultados decidí compartirlos en mi Instagram.
Hubo varias personas que conocía que tenían esa afección pero no llegaron a preguntarme.
También hubo muchas que compartían el problema y que se interesaron, puede que por curiosidad, puede que para intentar revertirlo también.
Antes de pasarles los ejercicios a estos últimos les advertí de que por sí solos no hacían milagros. Que ayudaban bastante por su aporte fisiológico pero que el esfuerzo y las ganas de superar su condición tenía que nacer de su fuero interno.
Y para comprobar su compromiso les pedí que me contactasen por WhatsApp para poder compartirles los ejercicios en PDF.
¿Cuáles fueron sus respuestas iniciales?
Algunos lo veían como un reto para el que no estaban preparados pero para el cual los ejercicios les “podrían ayudar” en un futuro, retrasando la toma de acción.
Otros alegaban que les valdría con tal de no tener que tumbarse al hacerse este tipo de pruebas.
Y unos pocos ansiaban poder dejar de sufrir esos mareos, sudores y/o desmayos.
En resumen, que todos estaban muy animados y deseosos de poder trascender su situación.
Ahora bien, ¿lo consiguieron?
¿Hubo respuestas tardías de casos exitosos? ¿Hubo siquiera confirmaciones de intentos?
Los más escépticos directamente ni se plantearon probar los ejercicios, aunque se resintiesen de su condición. Según ellos, “una fobia no se podía superar tan fácilmente”.
Actitud que, de “intentarlos”, seguramente les llevaría a una experimentar una profecía autocumplida, una que directamente nutriría su Ego.
Muchos otros, que solo estaban curioseando y/o no les importaba tanto, no pasaron el filtro que puse entre las 2 redes sociales, por el cual tendrían que tomar la iniciativa de contactarme.
Los que estaban esperando el momento idóneo aún siguen esperando, más de 1 año después…
La mayor respuesta que tuve fue la de una chica que me aseguró utilizarlos en una ocasión (si los practicó antes no lo sé), pero que para las siguientes “se olvidó”.
Y el resto que estaba muy emocionado no llegó siquiera a ponerlo en práctica.
Puede que se leyesen el PDF de 3 páginas, puede que ni siquiera eso porque ya es más de lo que les gustaría leer en un año, puede que intentasen los ejercicios un par de días y se cansasen, puede que perdiesen el móvil, mi contacto, el PDF y su memoria la última vez que se desmayaron.
Incluso es posible, en un caso súper remoto, que alguno de ellos en verdad no estuviese tan interesado en poner de su parte por resolver una afección que era exclusivamente suya. Y, por pereza, miedo o Ego decidiese subconscientemente seguir con su vida.
Pero repito, esto es un caso muy raro, no sabría decirte si existen siquiera. (obviamente es ironía)
Ahora volvemos con ellos, antes os voy a hablar de un caso que difiere del resto. Uno que aplicó los ejercicios y consiguió desafiar sus creencias y limitaciones, no dejando que nada le frenase.
Sí, es mi caso. Porque, aparte del alma caritativa que me los pasó, no conozco personalmente a nadie más que los haya utilizado, y no es porque no existan interesados…
¿Cómo lo conseguí? ¿Y cómo llevo el cambio?
Cuando escuché a Piedad hablar sobre los ejercicios me emocioné. Pensé que podía ser la solución a esta situación que tanto malestar me generaba.
Decidí pedírselos y los practiqué de forma entusiasmada.
La primera vez que fui a sacarme sangre iba cagado de miedo, pero a la vez confiado. Realicé los ejercicios antes y durante la extracción, donde miré todo el proceso a propósito.
Las enfermeras fliparon un poco con los ejercicios, pero yo flipé más de poder hacerlo sentado y no desmayarme en el proceso, a pesar de mirar fijamente como corría la sangre a través del tubo.
Me mareé un poquito al levantarme y me senté en otro sitio hasta tener la seguridad de estar bien. Eso sí, ni punto de comparación con cómo podía haber sido de no haberlos utilizado.
A partir de ahí volví a realizarme otros 2 análisis más: El primero, ya sin realizar los ejercicios (soy consciente de que escalé a un ritmo que otros no podrían ni yo mismo se lo recomendaría), me maree un poquitín, pero casi ni me hizo falta sentarme.
El segundo lo hice sin los ejercicios, mirando todo el proceso mientras hablaba con la enfermera y sus compañeras, y al acabar me levanté como si nada y me fui. Como una persona NORMAL.
No sé si ese día aluciné yo más con la idea de que prácticamente había “superado” mi hematofobia o si lo hicieron las enfermeras al contarles la historia y verme.
En cualquier caso, obviamente puedo inducir en ese corto periodo de exposición fuertes cambios epigenéticos en mi ADN, aunque esto está muy lejos de borrar todo rastro de los previos.
Si ahora me encontrase ante un accidente, instintivamente me daría algo de cosa la situación. Pero sería más difícil que me desmayase o incluso podría asistirme de los ejercicios para no hacerlo.
De hecho, en un par de semanas volveré a hacerme otro análisis. Y, si me es físicamente posible, el siguiente paso será una donación de sangre.
(He aquí un ejemplo de “Egoísmo altruista”. Otro día puedo hablar de ello, así como de mis resultados tras el proceso)
Y volviendo a la pregunta inicial, …
¿Por qué la gente no quiere cambiar?
Ya recalcaba antes, muchas de las personas que conocía con esa afección no llegaron a preguntarme por el tema, a pesar de que lo mencioné en un par de ocasiones.
El resto al que se lo comenté o bien no pasó de ahí o no llegó a ponerlo en práctica. Y si lo hizo fue solo para “tantear”, no con emoción de poder trascender su realidad.
Como has podido comprobar con esta historia, la gente teme el cambio, le da pereza esforzarse por conseguirlo y es reacia a que las cosas funcionen diferente a cómo lo han venido haciendo.
Así, eximiéndose de su propia vida y evadiendo las responsabilidades que les atañen, esta gente no es que no quiera cambiar, sino que no está dispuesta a ello.
Y no es que haya 2 tipos de personas. Te decía al principio que yo tengo mis momentos en los que pertenezco a este grupo. En los que mi escepticismo y mi Ego me privan de poder adoptar o siquiera interesarme por una nueva forma de comprender el mundo y mis posibilidades.
Lo que sí Creo que me diferencia del resto es que he ido trabajando esta situación. De forma que, cuando me veo en ella, no soy tan propenso a incurrir en juicios precipitados.
Sino que, dejando de un lado mis miedos y mi pereza, juzgo objetivamente qué es aquello que tengo delante, y valoro qué me puede aportar.
Y si no estoy seguro de ello y puedo incorporarlo a mi vida sin problemas, lo pruebo.
Porque soy consciente de que, si no tomo una actitud proactiva ante ese cambio, me veré resignado a una adoptar una reactiva ante el mismo en un futuro.
Pues ya decía la máxima de Heráclito:
“Lo único que no cambia es el cambio”
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4 comentarios
Buenos días Dante, segunda vez q te escribo. Justo estoy pensando buscar trabajo, y me pongo a pensar en las limitaciones q me pongo para no hacerlo, conforme leía tu texto, me dí cuenta de ello. Como dato curioso: yo le tengo cierto miedo a la sangre, y a extraerme cuando tengo q someterme a análisis, pero no llego a desmayarme (aún).
Gracias por compartir tu conocimiento y experiencias personales, saludos desde Perú :).
Un gusto volver a saber de ti, Jhonatan!
Verdaderamente la situación que describes de buscar trabajo es una muy común en la que las limitaciones afloran con facilidad. Al fin y al cabo es una circunstancia que implica un cambio, y grande. Quizás si no tienes uno actual te sea algo más sencillo, pero igualmente te deseo mucho ánimo, energía y fuerza de voluntad para trascender, como ya mencionaba, la procrastinación, el miedo y el Ego.
Un fuerte abrazo, Jhonatan.
Gracias Dante, buenas noches 🙂
Conseguí un trabajito de medio tiempo, y sí, ahí voy adquiriendo varias experiencias y cualidades más allá de lo laboral.
Saludos
Enhorabuena, Jhonatan. Me alegro por el trabajo conseguido y de que especialmente aproveches el tiempo restante para aprender!