Educación para Todos y para Ninguno

Educación para Todos y para Ninguno

educación para todos y ninguno

¿Debería ser la educación para todo el mundo o solo para algunos?

 

Toparse con ideas de grandes filósofos es siempre una aventura. A mí me resultan muy curiosas las ideas de Nietzsche, y recientemente me he encontrado con su crítica a la enseñanza obligatoria.

Su teoría defiende lo siguiente: si todos los jóvenes (ahora también mujeres) de una sociedad tienen derecho a una educación garantizada por el Estado, es estadísticamente imposible que haya suficientes maestros con las virtudes necesarias para formar adecuadamente a todos.

De ahí que, en las masificadas aulas, se acabe sustituyendo inevitablemente el vínculo maestro-discípulo de la Antigüedad. Pasando a formar una nueva clase de relación asimétrica e impersonal entre profesor y alumno. Una relación que, según Nietzsche, está condenada a la mediocridad.

Un dilema “poco ético”

Partiendo de esta premisa puede que te surjan, como a mí me sucede, sentimientos encontrados sobre el dilema que implica tener la posibilidad de ofrecer una educación generalizada pero decidir restringirla para solo unos pocos.

El costo-beneficio aparente es mucho mayor en la que sería esa educación más personalizada. Pues el alumno puede sobresalir muy por encima de lo que lo haría en la otra, pero el hecho de que no cumpla las expectativas o algo similar “tira por la borda” todo esfuerzo invertido en él.

Por su parte, la educación más estandarizada seguiría teniendo la certeza de que parte del esfuerzo invertido acabaría proliferando, aunque fuese con menor intensidad. Debido a que su mayor muestra o cantidad de alumnos consolidarán una media gaussiana que diste de la dicotomía.

Así, sería muy distinto el devenir de un alumno promedio de cada escuela, la personalizada y estandarizada, si éste consiguiese alcanzar el máximo potencial dentro de lo que el respectivo programa de cada una le permitiese.

 

En la personalizada el programa se iría remodelando a media que ese alumno pasase ciertas metas o tuviese dificultades para alcanzar otras. Pudiendo éste sobrepasar el programa una y otra vez y teniendo la posibilidad de asentar sus bases lo mejor posible para el posterior aprendizaje.

Sin embargo, en la estandarizada se “enseña” a todo el mundo por igual y, por ello, ese alumno no podría sobresalir demasiado y acabaría dejando la enseñanza si se pierde en medio del camino. Porque ésta no deja, o no puede permitir, que una hierba crezca más que otra, ni se puede dar el lujo de tratar de replantar aquellas que cayeron sobre suelo infértil.

En una vas acompañado, en la otra te buscas la vida.

 

Observando los pros y contras de cada modelo podríamos deducir que su balance neto es el mismo. Ya que lo que ambos pierden por algunos acaban cubriéndolo con los otros.

Así, comprobando que el beneficio aparente apenas dista de un modelo a otro, aquel que se implemente será el que la autoridad competente crea más conveniente o beneficioso.

En nuestro caso, el Estado español, en su constitución, garantiza la educación como un derecho al que todos debemos de optar. Por ese motivo, aquí se prima el “beneficio colectivo”.

Uno donde todo el mundo recibe lo mismo (situación de igualdad) y esta actividad educativa deja de parecer “elitista” o prescindible.

Pero ¿qué sucede cuando esto es al contrario?

Una educación Privilegiada

educación privilegiada

A este tipo de educación no accedería todo el mundo. Sino que serían seleccionados ciertos y contados individuos por algún rasgo específico como riqueza, inteligencia o físico.

De hecho, se miraría con cautela a los nuevos, con el fin de que no interfieran en el posible desarrollo de los demás (si es que hay) y para asegurarse de que verdaderamente están capacitados para recibir ese tipo de educación especial.

La consecuencia primaria de este modelo es que todas aquellas personas que “no tengan” potencial o que pase desapercibido no serán seleccionadas para formar parte del programa.

¿El resultado? Un selecto grupo de superdotados/individuos muy competentes con unas cualidades y valores muy específicos y tallados a medida. Además de unas capacidades extraordinarias fruto de su propia cosecha junto con la de sus maestros, quienes dispondrán del tiempo necesario para asegurarse de educar como desean.

 

Al fin y al cabo, los formadores buscan el modelaje de unos alumnos sin parangón. Unos alumnos que rindan mucho mejor y de forma más eficiente que si hubiesen tenido que educar a 24 a la vez.

Algo que se deriva en que estos alumnos puedan sin apenas esfuerzo sobresalir fácilmente sobre esos otros 24 que hayan sido educados de forma estandarizada, o ni siquiera eso.

Y claro que el número hace presión, pero hay quienes tienen claro, que, como sucede en la guerra, hacen falta divisiones en las que unos dirijan a otros si se quiere ganar.

De hecho, si alguna vez has visto las películas/series de Star Wars podrás identificar fácilmente este tipo de educación personalizada. Una en la que los niños “sensibles a la fuerza” son entrenados por maestros jedi con la finalidad de que se conviertan en superguerreros.

Nadie pondría en duda que sus habilidades y destreza es mejor que la de cualquier clon o stormtrooper, quienes reciben una educación estandarizada. Y por eso mismo son capaces de vencerlos fácilmente.

Pero, por otra parte, existen ocasiones en las que la sabiduría de los maestros se puede volver “en su contra”. Como sucede cuando los alumnos deciden trascender el pensamiento de esta figura o usar sus bajezas a su favor.

Un ejemplo que podemos ver, por mencionar alguno, en Aristóteles, pupilo de Platón y a quién él tacha algunos de sus argumentos de “palabrería vacía”. O, siguiendo con la analogía de la saga, la ocasión en que Anakin decide pasarse por Egoísmo al lado oscuro y enfrentarse a su maestro.

¿Calidad o Cantidad?

Después de ver ambos lados, ¿qué te parece mejor? ¿Cuál te resulta más ético? y ¿Qué modelo crees que a la larga reporta mayores beneficios?

Como he comentado antes, nosotros podemos decidir poco. Aquí quien manda es la autoridad competente, el Estado español. Pero lo que sí podemos es dar nuestra opinión y proponer mejoras o nuevas propuestas de cambio.

Personalmente, aunque el beneficio neto sea muy parecido en ambos modelos veo uno con mucho más potencial y por tanto lo prefiero con respecto del otro.

 

Para mí, la educación pública prima respecto a la más elitista por 2 motivos:

El primero, porque estás dando a todos la misma oportunidad. De esta manera no discriminas a nadie ni a ningún colectivo, sino que se poseerá la misma educación, teóricamente.

Cabe destacar que sería también objeto de debate la opción de dirigir esa “igualdad” hacia una equidad, con el fin de asemejar por completo el nivel de todos.

Una opción en la que habría que discutir si la redistribución de recursos sería justa o, una vez más, una maniobra elitista encubierta con el velo de la integración.

De hecho, considero que todo aquello que esté dirigido a una educación personalizada, dentro de las capacidades, es mejor.

El otro motivo y el más importante, pero aún sin explotar, es la…

Formación de Sinergias

formar sinergias

Este punto vendría a ser el que marcaría la diferencia entre uno y otro sistema educativo.

¿Cómo es esto posible?

Suponiendo que el esfuerzo del maestro va a ser siempre el mismo y que su distribución neta sea igual en ambos escenarios podríamos llegar a pensar que es mejor que sume en un solo individuo, de manera que éste sea más completo.

En contraposición a que ese conocimiento se distribuya entre varios y acabe careciendo de sentido.

Es decir, que parecería mejor contar con un alguien muy competente a hacerlo con 24 mediocres.

Pero la cuestión es que la diferencia no radica en las capacidades aisladas de los individuos, sino también en su organización y distribución del esfuerzo.

Quizás 24 personas aprendan menos que 1, pero si se instruye a esas 24 personas para que se ayuden entre ellos, colaboren, se retroalimenten y aprendan a manejarse en comunidad, el beneficio va a crecer de forma inigualable.

Condición que se debe a que esta vez no solo tendremos el esfuerzo del maestro. Sino el cultivo propio de cada uno, que puesto en conjunto va a crear esa sinergia única, un estado en el cual el conjunto supera a la suma de sus partes por individual.

 

De ahí la gran importancia de enseñarnos a vivir en sociedad, fomentar valores como la emocionalidad, sinceridad… enseñarnos aspectos beneficiosos de las dinámicas sociales, las relaciones propias e interpersonales… y dar sentido a todo lo que aprendemos.

Por sí solo puede no parecer gran cosa. Pero cuando las diferentes piezas del puzle van encajando y relacionándose unas con otras es cuando se llega a formar una mayor obra de arte de la que siquiera 1 o 2 personas podrían haber imaginado.

Y si no me crees solo hace falta que mires a tu alrededor y te preguntes si todo lo que posees y la comunidad en que vives ha sido posible gracias al esfuerzo de tan solo unos pocos o de muchos granitos de arena puestos por diversas personas con un mismo propósito.

Comprendo que en ocasiones es difícil ver el rumbo si estamos demasiados cegados por nuestras ambiciones. Pero si miramos atrás, veremos que así fue como la sociedad consiguió evolucionar desde tiempos primitivos hasta donde estamos hoy, en conjunto y de manera solidaria.

No primando a unos por encima de otros, sino teniendo en cuenta que cada uno representa un papel fundamental e irremplazable.

 

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