Eres Hackeable: Cómo se Aprovechan de Tus Vulnerabilidades

Eres Hackeable: Cómo se Aprovechan de Tus Vulnerabilidades

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Eres hackeable, en muchos sentidos.

 

No, esto no es algo que esté reservado a las máquinas puras, sino que afecta a todas. Donde nosotros no venimos más que a ser una especie de super máquina biológica.

Y, como todas las máquinas, la nuestra tampoco es perfecta. Presenta puntos débiles, sesgos y averías. Algo que de normal no debería ser demasiado perceptible pero que lo hace cuando gente con conocimientos explota estos fallos a su favor.

De hecho, si ya presentamos vulnerabilidades en el ámbito online, imagínate las que presentamos en los otros. Los programas informáticos y los datos no tienen la culpa de un mal funcionamiento o que se filtren por su cuenta, es siempre el componente humano el causante de ello.

De igual manera que eres responsable de cuantos datos compartes en la red, el tiempo que pasas en ella y cómo es tu comportamiento habitual cuando te sumerges en las actividades que te ofrece, eres responsable de cómo actúas y la información que haces disponible en la vida diaria.

Algo de lo que los demás se pueden aprovechar para sus propios fines y que, de no controlarlo o ser consciente de ello, puede jugarte malas pasadas.

Entonces, ¿qué clase de puertas traseras tenemos en nuestra máquina que permitan a los demás utilizarlas? ¿podemos sanarlas o quitarlas por completo? ¿deberíamos usarlas en su contra?

Todo esto y mucho más vamos a discutirlo en este artículo. Con el fin de que tu seguridad en la red de la vida sea óptima y estés preparado ante las distintas amenazas.

Y que mejor lugar para empezar que por aquello inherente.

Biología: Explotar mecanismos Evolutivos

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A todos nos gusta el helado, es inevitable.

Podríamos cuestionarnos cómo es posible, si en la antigüedad, donde la presión evolutiva más efecto tuvo, no existían.

Estaríamos en lo cierto si afirmásemos que a nuestros antepasados no les gustaba el helado, porque no sabían lo que era. Pero una vez que lo probasen…

Evolucionamos para obtener energía mediante la alimentación. Mucho antes de ser Homo sapiens lo hacíamos con vegetales y semillas, y algo antes incorporamos la carne, un alimento con alta densidad proteica que además aportaba grasas, colágeno y muchos más nutrientes.

Las carnes eran difíciles de preparar y digerir, por lo que había que ingerir mucha para obtener la misma cantidad de proteínas que hoy algunos consumen en un simple batido.

No solo eso, el cuerpo funciona a base de azúcares, pero en esa época la única oportunidad de conseguir azúcares libres era a partir de frutas muy maduras (si ningún animal se las comía antes) y cogiendo miel de colmenas (creo que puedes imaginar porque no era el día a día).

Por ello, aunque el cuerpo evolucionó para realizar procesos de síntesis a partir de otros alimentos, también lo hizo por un gusto especial hacia esas fuentes de energía rápida.

No yéndonos mucho del tema de hoy, el helado es una combinación perfecta de grasas y azúcares. Algo imposible de reproducir por la naturaleza y para la que nosotros no tenemos más barrera que el autocontrol.

Pues nuestro cuerpo ansía ingerir ese “superalimento” calórico ya que sigue pensando que los próximos 3 días quizás te los pases cazando y sin nada que comer.

 

Y de la misma forma que estos mecanismos intrínsecos te incitan a comer helado, a pesar de ser consciente de que no es saludable, la industria se aprovecha de tus vulnerabilidades para hackear tus apetencias al máximo.

Llegando a usar fuertes potenciadores del sabor en los alimentos procesados, como el glutamato monosódico, edulcorantes como el aspartamo, para que no pienses que estás tomando demasiado azúcar, y muchas cosas más…

Porque lo único que acaba importándoles es que dejes de valorar y percibir el sabor de los alimentos naturales y te vuelvas adicto a los suyos, y los demandes con mayor frecuencia.

Productos que además suelen necesitar de poca preparación, valorando más tu cuerpo ese menor gasto de energía. De igual forma, tener superávits calóricos no suscita la necesidad de hacer ejercicio para buscar más energía, y tampoco acaba utilizando la presente.

Por ello, eres hackeable biológicamente en el sentido de que muchos tratarán de controlar tu comportamiento con la premisa de que gastando poca energía conseguirás mucha más.

(No me olvido, “el sexo vende” porque básicamente es otra forma de explotar esos instintos básicos de reproducción, pero esto lo dejaré para otro artículo)

Creencias: Explotar tus Emociones primitivas

Vivir sin miedo no es algo que a tu cerebro le guste, sino que codicia.

Tener la sensación de que no te faltan recursos y no hay nadie ni nada amenazando por quitártelos disipa toda posibilidad de padecer incertidumbre, algo que por naturaleza te alejará de cambiar.

Y esta misma sensación es la que falsamente, porque hoy en día no es factible, intentan suscitar a tu alrededor aquellas personas con capacidad de hackear tu sistema.

Gracias a las promesas, muchas veces infundadas, de poder experimentar este estado inalcanzable tu ser se predispone a cambiar sus creencias. De modo que sean congruentes con el camino a seguir y pudiendo esto distar mucho de la objetiva realidad.

Con lo que si escuchas por la tele o RRSS que un virus puede aniquilarnos a todos y lo mejor es quedarse en casa y después que una vacuna puede traernos la salvación y hay que ponérsela, a no ser que seas un gran científico, empirista o escéptico (lo cual no te libra de actuar como la mayoría), te verás inducido subconscientemente a tomar esa decisión provista.

Y esa decisión puede estar respaldada o no, pero si ha sido capaz de pasar directamente desde la fuente a tu sistema límbico, gracias al factor miedo, nada de lo demás importará. Muy probablemente tu camino ya esté predeterminado.

No es que esté mal ceder un poco de control, sino lo que te va a lastrar a la larga es delegar más del que deberías. Pues en ese escenario dejas de decidir desde tus apetencias y área de influencia para pasar a hacerlo desde las de los demás.

Siendo capaz de amar y odiar una cosa al mismo tiempo, de defender unos argumentos ajenos fervientemente y de emprender en comportamientos que no te representen. Porque nada de ello habrá nacido desde tu Esencia, desde tu persona.

 

Proclamaba Ortega y Gasset: “las ideas las tenemos, en las creencias estamos”.

Estas no son más que un mecanismo para intentar comprender de forma coherente la realidad. Por ello son neutras en sí mismas, y potenciadoras o limitantes en función de cómo se apliquen.

Así, aunque es cierto que el uso de determinadas creencias puede serte útil en el corto plazo, muchas son incapaces de hacerlo en el largo. Pues lo esencial para que pudiesen hacerlo es que nazcan de tu interior y no condicionadas por lo externo.

Ya que si se cede ante el miedo que lo ajeno trata de infundir y se aceptan como verdaderas todas las creencias que se ofrecen como “solución”, lo único que se consigue es sentirse más inseguro acerca de la propia capacidad de juicio y un refuerzo positivo para seguir con la conducta iniciada.

Por eso algunas personas como Alex Rovira afirman con gran precisión: “No vives a la altura de tus capacidades, vives a la altura de tus creencias”.

Y esto implica que si son externas tu potencial va a estar supeditado a los designios de aquellos que te las hayan ofrecido, a disposición de los…

Hackers Mentales

hackers mentales

Los hackers mentales son personas capaces de reconocer los estímulos ante los que eres susceptible y utilizarlos de 2 maneras:

  • White-hacking: Los hackers White-hat son individuos, como lo puedo ser yo, que utilizan tus vulnerabilidades en su favor y el de los demás. De manera que te hacen verlas, para que puedas tomar consciencia o acción sobre ellas, y en el proceso te inspiran a tomar mejores decisiones en tu día a día. Así, poniendo en juego el principio del egoísmo altruista, aprenden a detectar y ayudar a solventar los fallos que lastran a los otros, pudiendo llegar a vivir de ello, y consiguientemente crean un mundo mejor.
  • Black-hacking: Por su parte, los hackers Black-hat son individuos “despiadados”. Su propósito no tiene en cuenta tus necesidades y bienestar, sino que, de forma Egoísta, consiste en utilizar tus vulnerabilidades en su único beneficio.

Mientras que a ellos les vaya bien tu felicidad es lo de menos. De hecho, que te encuentres mal o tengas escasa autoconfianza muchas veces les beneficia, por la sencilla razón de que tu resistencia ante sus artimañas será menor.

Estos 2 tipos de hackers se parecen en que comparten las mismas habilidades técnicas, pero difieren en gran medida en los fines con que las utilizan y cómo las ponen en juego.

Obviamente, lo mejor sería toparse con varios de los primeros y evitar a los segundos, y esto es lo que todos anhelamos.

¿El problema? Que los primeros son pocos y los segundos, esos black hat, saben camuflarse muy bien, no desvelándote su identidad o incluso haciéndote creer que pertenecen a la otra categoría.

Así es como muchas personas acaban por depositar su fe, energía, dinero y esperanza en medios, personas u organizaciones que poco o nada dan por ellos. Porque lo que realmente les importa es lo que tienen detrás.

Medios como la televisión, según Pasiolini una de las mayores fuentes autoritarias y represivas, los bancos y sociedad capitalista, que tratan de que te endeudes para que dependas de ellos, muchas comunidades religiosas o pseudo-espirituales, que te hacen sentir cómodo con tu mierda de vida para que no te preocupes por tener que cambiarla, y muchos más…

Pues donde a primera impresión una creencia o forma de ver el mundo pueda tener una apariencia llamativa o interesante, por dentro puede esconder oscuros secretos.

Convirtiéndose estas creencias en verdaderos caballos de Troya que pueden llevar a poseer ideas locas, radicales, extremistas, incongruentes, inapropiadas… En definitiva, creencias que no harán pensar como realmente se es, porque en última instancia no son creencias propias.

(Este apartado se ha basado en el extracto “Hackers Mentales” de mi taller Nuestra Mente nos Engaña)

¿Hay un futuro esperanzador?

Como has observado, la responsable de que seas hackeable no es otra sino tu constitución celular como organismo humano. Y de la misma manera que 100 años no van a cambiar mucho como nos comportamos a nivel instintivo e inconsciente, otros 1000 difícilmente harán mella.

Ya que, si bien muchos “errores” surgen por nuestra capacidad racional, desarrollada mayormente desde los orígenes de nuestra especie hace unos 200.000 años, la mayoría, como el miedo, vienen configurados desde antepasados aún más lejanos.

Podríamos intentar solventarlos con tecnología, quizás gracias a innovaciones y chips en el coco. Pero, ¿qué es esa tecnología sino, como veíamos antes, otro producto de nuestra naturaleza?

De ahí que, a menos que la IA corrija nuestros fallos (y ADN…) en un punto donde se haya dado la singularidad tecnológica, nada podrá salvarnos de nosotros mismos más que nosotros mismos.

Eso sí, de igual forma que somos los únicos capaces de darnos cuenta de nuestros fallos y hacer con ellos diversas cosas (parchearlos, lamentarnos, victimizarnos, obviarlos, solventarlos, compartirlos, etc.), tenemos la capacidad de poner el foco sobre ellos y sus repercusiones.

De forma que, aunque sigan condicionando el proceder individual, podamos pillarlos in situ, aplicarles una buena dosis de objetividad y dejar de darles el pleno control de nuestra conducta.

No se puede arreglar a ciegas algo que hay que ver, por eso hemos de mirar con atención consciente y aprender de nuestros puntos débiles.

Para así lograr que estos dejen de ser una puerta de entrada a aquello que no queremos y hacer que comiencen a trabajar en nuestro favor.

 

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