El Origen de la Religión
“La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como útil”
Esto lo afirmaba Séneca (nacido poco antes que Jesús) y a día de hoy, si comparamos objetivamente, sigue teniendo la misma validez.
Ciertamente la religión es un constructo cultural muy arraigado en nuestro mundo, quizás en unos sitios más que en otros. Pero ¿qué sentido tiene? ¿cómo puede ayudarte aparte de prometiéndote algo sobre lo que debes depositar tu “fe”? y, más importante, ¿cuál es el origen de la religión?
Siempre opino que antes de juzgar indiscriminadamente a cualquier persona, acción, argumento o sistema de creencias hay que valorar de dónde proceden estos. Tratar de dilucidar cuáles son los motivos ulteriores que aportan la energía para llevar a cabo ese comportamiento, perpetuarlo y/o defenderlo férreamente.
Comprendiendo de dónde viene el hombre y sus motivaciones podremos fácilmente inferir a dónde irá a parar y sus limitaciones.
En este caso, la religión ha sido una herramienta muy útil en la creación de nuevos imperios y la cohesión de los ya existentes.
De igual forma, ha llevado iluminación a muchos individuos y ha reconducido sus tendencias autodestructivas hacia unas con un “propósito”.
Ahora bien, ¿justifica esto que tengamos que dar como válidos sus supuestos? ¿poseen las religiones acaso unas bases fundamentadas sobre las que se erigen? ¿o solo vienen a ser un parche más en esta “curiosa” tendencia que tiene el ser humano de dar sentido a la vida?
Con la ayuda del ilustrado empirista Hume y su obra Historia Natural de la Religión, publicada en 1757, trataré de dar una explicación factible al origen de las religiones y su aparente facilidad de arraigo y proliferación entre distintas poblaciones.
Somos Animales Racionales
Esta declaración, ya puesta de manifiesto por Aristóteles en sus tiempos, deja entrever dos verdades decisivas:
- Ser racionales implica que tenemos la capacidad de ir más allá de los impulsos básicos y de dar “un sentido” a nuestra existencia, al menos más que cualquier otro animal.
- Ser animales implica que seguimos compartiendo muchos de los mecanismos evolutivos que presentan la mayoría de estos, los cuales nos condicionan a un nivel subconsciente.
De esta manera, aunque ayunemos, trabajemos por la noche y pospongamos el coito hasta acabar algo importante, nadie puede evitar no sentir miedo si un día se encuentra a un oso por el bosque. Igual que muchos no consiguen reprimir darse un atracón, quedarse dormidos encima de la mesa o no sucumbir al calentón, puesto que no somos tan diferente a nuestros ancestros.
Y es aquí donde la religión y otras iniciativas, como el feminismo, tratan de poner orden a estas tendencias instintivas. Donde, bajo el pretexto de obtener una vida más feliz para todos, consiguen establecer un equilibrio en la sociedad y una pseudo-igualdad entre sus integrantes.
Esto no es algo nuevo, sino algo que se lleva haciendo desde hace mucho; Los hombres primitivos hacían pintadas en sus hogares probablemente con la esperanza de que fuesen correspondidas, los griegos adoraban a múltiples dioses para que les diesen fuerza en la guerra, amor, cosechas, etc. y mucha gente hoy en día reza a Dios para que traiga salud, especialmente a su familia, y le proteja ante los peligros y tentaciones con que pueda toparse.
Por motivos de extensión, de las diferencias entre politeísmos y monoteísmos, así como de sus ventajas e inconvenientes, hablaré otro día. Hoy simplemente tendrás que englobarlos en la misma cesta de religiones o formas de abordar lo trascendental. Con la certeza de que las principales formas de religión fueron las primeras para acabar transformándose en las segundas.
Eso sí, antes de adentrarnos en los orígenes de este curioso tema, tendremos que preguntarnos:
¿Qué es la Religión?
Según la RAE, religión se define como un conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social, y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio, para darle culto.
Es decir, una forma de conectar la espiritualidad a un público general mediante una serie de sentimientos, prácticas y patrones de conducta específicos.
Solo con esta explicación surgen demasiadas preguntas respecto a ese concepto de religión:
- ¿Por qué ha de ir conectada a unas normas concretas y no a otras?
- Si sus bases son subjetivas, pues se sustentan en la fe, ¿por qué algunos llegan a asegurar que la suya es mejor que la de los demás?
- Si la espiritualidad es algo tan etéreo, ¿cómo es posible que se pueda ofrecer una “única” solución para todo el mundo?
- Y ¿cómo se llega a venerar algo a la vez que temerlo sin concluir que te encuentras bajo una forma de opresión o dictadura?
Para Hume, lo importante a la hora de hablar de una religión no es la creencia en sí de un Dios, sino la creencia propia de que existe algo tras la muerte, la confianza en una dimensión que trascienda la vida presente. Algo que sigue sin poder ser científicamente demostrable.
La forma de adoptar este sistema de creencias sería justamente esta, creyendo. De forma que las circunstancias condicionarán la medida en que será abrazado.
Estado que lleva a este filósofo a afirmar que la época más inclinada a la superstición será aquella que sea más débil y timorata. Y que, de igual manera, el sexo más predispuesto a ella será justamente el mismo, aquel que se encuentre más desprovisto (en su caso las mujeres).
Al fin y al cabo, la superstición es una creencia sin fundamento racional que consiste en atribuir un carácter sobrenatural a ciertos hechos. Y esto nos llevaría a la lucha de la causalidad frente a la casualidad y a la explicación irracional de “milagros”.
Lo esencial es que quien se sirve de ella lo hace con la intención de poseer una mayor sensación de confort y esperanza, de las cuales carece.
Y consagrándose a esas experiencias y sensaciones puramente subjetivas es como llega a…
Un Conocimiento Vulgar de la Realidad
Un poco de filosofía, aseguraba Francis Bacon, hace a los hombres ateos; mucha, les reconcilia con la religión.
Debido a la superstición inducida por la ignorancia y a los prejuicios ya presentes, es sencillo poner el énfasis en el sitio equivocado, pudiendo darse a una devoción infundada.
Así es que, para aquellos que son poco conocedores de la realidad (ya sea porque no han querido investigarla o porque les da pereza hacerlo), cuando sus esquemas fallan, toda su fe se tambalea y sucumbe, acabando por pasar de un extremo al otro.
Motivo por el cual explicaba Hume “no es extraño que la humanidad, en tan absoluta ignorancia de las causas y a la vez tan inquieta por lo que a su suerte futura se refiere, reconozca de inmediato una dependencia de esos poderes invisibles, dotados de sentimientos e inteligencia”.
Y con el paso de la dependencia entre hechos a una dependencia entre la realidad sensible y una realidad suprasensible, la capacidad de valorar objetivamente se ve deteriorada.
Por eso Hume afirma que “la disparidad entre un ser infinito y nuestras evidentes debilidades solo puede provocar la conciencia de nuestro poco valor, la resignación y la obediencia servil”.
Claramente, ésta no es la vía que mejor conocimiento del mundo ofrece, pero es la más sencilla.
Dejar de contemplar la probabilidad de los sucesos de forma matemática y atribuir el resultado de estos a una cuestión de suerte o puro azar es una maniobra intelectualmente despreciable. Pero es muy loable en un contexto fuera del área de influencia, especialmente si se dispone de pocos recursos como para estar desarrollando operaciones complejas.
Así es como, en situaciones con más azar percibido, será mas sencillo que exista la superstición, como podemos observar en jugadores, o, más importante, en nuestros parientes primitivos.
Es cierto que nuestros antepasados lejanos no tenían la misma concepción de Dios que podemos tener a día de hoy. A pesar de ello, según las investigaciones, muchas de las pinturas u ofrendas que podían hacer tratarían de satisfacer una necesidad de intentar controlar (de forma directa o indirecta) aquello que escapaba a su control.
Una maniobra clave que presentaría 2 grandes beneficios:
- La delegación de un control sobre lo actualmente incontrolable a un fuerza extraterrenal (en forma de rituales místicos, figuras mitológicas u otras deidades), que evita una continua sensación de angustia poco beneficiosa.
- Una cohesión de la comunidad, que, de forma conjunta, moldearía esas fuerzas de forma que cobrasen sentido para todos por igual. Generando un vínculo que los uniese en la prosperidad y la adversidad e incitando el sentimiento de fraternidad.
Esta última ventaja sería la que explicaría también que la adoración de lo propio se concibiese por encima de la adoración a lo ajeno, como sigue pasando a día de hoy. Ahora bien, ¿eran los principios religiosos de unos más refinados a los de otros debido a sus particulares pretensiones?
La consecuencia de semejante asentimiento del vulgo es que es incapaz de concebir esas sublimes cualidades que aparentemente atribuye a la deidad, ni de demostrar que sea infinita, limitada, que tenga un principio o un final.
Y, como sucede en otros escenarios en los que el paso entre generaciones distorsiona las costumbres, como resalta el paradigma de los 5 monos, las tradiciones varían fuertemente, especialmente si no presentan una base objetiva y si se transmiten de forma hablada, creando…
Un Teléfono Escacharrado
Un hecho histórico, al difundirse por vía oral, se va irremediablemente alterando en cada una de las narraciones sucesivas y puede que al final quede muy poco, si es que queda algo, de la verdad original en la que se basaba.
Opinaba Hume que la frágil memoria de los hombres, su amor por la exageración y su descuido indolente eran los principios que, de no ser corregidos con ayuda de escritos o pruebas objetivas, acaban por distorsionar el relato de los acontecimientos históricos. Pasando la argumentación y razonamiento a jugar un limitado papel y volviéndose imposible la tarea de recuperar la verdad.
Ya Averroes declaraba que, de todas las religiones, la más absurda y sin sentido es aquella en la que sus devotos, después de haber creado a su deidad, se la comen (tanto en sentido figurado como literal).
Él mismo era consciente de las supersticiones egipcias, y de la misma manera en que nosotros las podemos mirar con extrañeza, en un futuro resultará difícil persuadir a los habitantes de este mundo de las que abrazamos actualmente.
A pesar de ser animales racionales, tropezamos en la misma piedra una y otra vez. La historia repite sus acontecimientos bajo las mismas premisas y la práctica de distorsionar los principios de las religiones con el fin de ponerlos al servicio de intereses temporales no es para nada un invento de las últimas épocas.
Hume creía que un simple espectador puede juzgar fácilmente que si el único requisito para establecer un sistema popular fuera poner de manifiesto los absurdos de otros sistemas, todo devoto de cualquier forma de superstición podría dar una razón suficiente de su ciega e intolerante adhesión a los principios en los que ha sido educado.
Pero debido a la generalizada ignorancia, la falta de una base sobre la que asentar la certeza y el deseo por recibir ese segundo beneficio antes mencionado que supone la integración, no falta una provisión suficiente de dogmatismo religioso.
Lo que lleva a que los seres humanos se queden mirándose unos a otros con extrañeza, no pudiendo desarrollar la tolerancia necesaria para aceptar que el turbante del africano es una moda tan buena o tan mala como el capirote/capuchón del europeo.
Por ello, al ser tan complicado ver las raíces de un solo árbol en un frondoso bosque y aún con el objetivo de descubrir el origen de la religión no hará más falta que mirar cuáles han sido los sentidos evolutivos que han permitido su desarrollo:
Sentido Evolutivo 1: Ansiedad o Convicción
Los motivos por los que la gente no quiere cambiar son diversos, pero suelen acabar convergiendo en lo mismo.
El origen de las distintas religiones ha sido muy variado, ¿el propósito subyacente? Ya lo hemos ido viendo.
Para Hume, la religión primera de la humanidad surge principalmente de un miedo lleno de ansiedad por los acontecimientos futuros, por esa delegación de control para disminuir la percepción de este sentimiento.
Según él, es fácil imaginar el tipo de ideas que los hombres tendrán acerca de esos poderes invisibles y desconocidos cuando se encuentran dominados por aprensiones tenebrosas de cualquier tipo. Lo que deviene en un espíritu de alabanza y elogio que es precisamente la consecuencia del miedo.
Esto lleva a una contradicción, por una parte ese miedo implica la noción de una deidad diabólica y maliciosa, por otra, el hecho de la adulación reconoce una deidad excelente y divina. Así, cuanto más se ensalza el poder y el conocimiento de esta figura, más disminuidas se encuentran su bondad y su benevolencia.
Y una tendencia similar se ve en los seguidores, en la que su devoción y fe espiritual van creciendo a la vez que sus temores.
Finalmente, el miedo a vivir y la perspectiva de una recompensa eterna en el más allá son capaces de vencer a muchos de los pavores del mundo terrenal. Ofreciendo una potente convicción.
Motivo por el cual los mayores fanáticos pueden autoestimularse con el martirio. Y por el que los espectadores, al experimentar compasión hacia los supuestos mártires, se ven seducidos a abrazar esos principios que pueden inspirar a los hombres con una constancia casi sobrenatural.
Además, cuanto menos agobiante y arrogante aparezca cualquier clase de superstición, menos aburrimiento e indignación producirá en los hombres y menos les llevará a embarcarse en investigaciones sobre su fundamento y origen.
Y como el carácter sagrado de la causa santifica cualquier medida que pueda utilizarse para promoverla, llegamos a escenarios totalmente incomprensibles para aquel que valora la situación con objetividad, como el yihadismo, las colonizaciones o las antiguas cruzadas.
Eso justifica también, según Hume, lo poco seguro que es considerar como una prueba de la moral de un hombre el fervor o rigor que pone en las prácticas religiosas, aunque Crea que son sinceras.
Sentido Evolutivo 2: Amar al Prójimo o Matarlo
La inclinación por acabar con la vida de aquel que no comparte los mismos ideales no es la cualidad que ha llevado a la religión (especialmente a la cristiana) a expandirse como lo ha hecho, si bien es cierto que ralentizaba el crecimiento de las demás.
Sino que es el amor que, por perceptos morales, se recomendaba profesar al prójimo lo que permitió su difusión acelerada.
Como explican el recientemente fallecido neodarwinista Francisco José Ayala y Camilo José Cela Conde, hijo del premio Nobel con su mismo nombre, en su libro El cerebro moral, los códigos morales surgen en las sociedades humanas por evolución cultural. Y aquellos más extendidos serán consecuentemente los que provengan de sociedades más exitosas.
Así, los sistemas presentes hoy día son aquellos que mejor han aprovechado la evolución cultural, promoviendo la estabilidad y el éxito. Si además están en consonancia con muchas leyes autoritarias del momento más sencilla será su integración y difusión.
Si se piensa detenidamente, es fácil comprender como una determinada población que comparta unos valores cooperativos y razonablemente altruistas acabe proliferando mucho más a la larga que una basada en el Egoísmo.
Y básicamente ese era el mensaje que nos ha llegado de Jesús. Amar al prójimo y querer para él el mismo beneficio que querríamos para nosotros mismos.
Con esto no solo se consigue la fraternidad, integración y cohesión de la comunidad comentada antes, lo cual es muy importante, sino que estás asegurando un estilo de vida sostenible del que cualquier clase social se podría aprovechar. Y las clases sociales estaban muy divididas antes.
Adoptando pues en la antigüedad este sistema de creencias, normal morales y prácticas semanales “inocuas” para el individuo la supervivencia se veía incrementada, y consiguientemente lo hacía la reproducción.
Lo que daba lugar a una mayor cantidad de descendientes de personas con una genética más predispuesta a la superstición, intolerantes al miedo y dóciles. Promoviendo así el éxito evolutivo de este fenotipo frente a cualquier otro.
Y, como habrás podido deducir, esos descendientes somos nosotros.
Con todo esto queda claro que si bien los orígenes exactos pueden ser inciertos, no lo son las ventajas evolutivas que la adopción de la religión tenía frente a su escepticismo.
Unas ventajas pasadas de moda pero que, de no tener un espíritu crítico, nos pueden seguir condicionando a seguir un estilo de vida que no nace de nosotros.
Desconectándonos de la propia espiritualidad y pudiendo llegar a distorsionar gravemente nuestra realidad.
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