Los 7 Pecados Saludables – Parte 2

Los 7 Pecados Saludables – Parte 2

7 pecados saludables

(Hola de nuevo, si estás aquí para ver la continuación de este interesante artículo vamos directos a ello. Si, por el contrario, aún no has visto de qué trata en la 1ª parte, te recomiendo encarecidamente que empieces por ella pinchando aquí. ¡De forma que puedas sacarle a estos 7 pecados saludables el máximo potencial!)

4. Pereza

evadirse

La pereza se define como flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos.

Dejas para mañana lo que podrías hacer ahora mismo. Aunque este mecanismo de conservación de energía, muy humano, puede ser percibido como algo ofensivo cuando hay otros involucrados.

Es posible que ese proceder suja por cansancio general, porque no se alinee con tus prioridades o bien porque no des la suficiente importancia al acontecimiento o beneficio futuro que se sucedería.

Pero esa misma sensación es la que te va a ayudar cuando pongas a la pereza de tu parte. Porque siendo consciente de cómo y cuándo la usas aprenderás a aburrirte sanamente. Con el objetivo de evadir satisfactoriamente situaciones no deseadas y conservar tu energía para las que sí lo son.

Así, utilizar la pereza selectiva consistiría en permitirte o inducirte sentir esa flojedad de ánimo ante acciones desencaminadas de tu propósito, para poder darlo todo en las que sí lo están.

Me explico, imagina que un día cualquiera sales con tus amigos a cenar y descansar un poco: Tras ir a un restaurante y saciar tu apetito, uno de ellos propone salir de fiesta hasta tarde.

Ahí tú eres lo suficientemente adulto como para decidir si salir más tiempo esa noche es buena opción o no. Por una parte, a casi todo el mundo le gusta despejarse, socializar y pasar tiempo con los amigos. Sin embargo, también es probable que ya hayas salido de fiesta recientemente, pasado varios días con ellos en el último mes o que tengas otros cometidos pendientes por resolver.

Por lo que, finalmente, tratando de compaginar tu vida social y personal sin que una invada a la otra, utilizas la carta de la pereza para tus interiores y como “excusa” para los demás.

Empiezas a pensar: “Uf, tiene buena pinta el plan. Pero tengo asuntos pendientes en casa y entre el viaje al local nocturno, el tiempo que voy a pasar ahí de pie, el mogollón de gente que habrá agobiando, la cola para pedir algo, el viaje de vuelta agotador, el sueño que voy a perder y la resaca que tendré si me paso bebiendo… Me está dando un poco de pereza. ¿Otro día quizás?

Genial, ya habrías resuelto un “problema” aplicando lo aprendido. Pero ahora sigue imaginando que llegas a casa algo cansado y te dispones a resolver esos proyectos sin muchas ganas. Otra vez, te tocaría aplicar el mismo principio y decirte: “Quizás ahora no estoy en mi máximo, pero si me pongo poco a poco encontraré el flow. Además, si lo dejo para mañana voy a tener que hacerlo rápido y corriendo porque quería ir al gimnasio. Y peor, no voy a poder tomarme un descanso entre medias para tomarme un cafecito mientras veo un vídeo entretenido. Qué pereza, vamos a ello ya, y si adelanto mucho mañana me permito darme un descansito algo más largo”.

“Porque quizás es un coñazo estudiar para un examen, pero ¿y el coñazo que supone tener que estar preparándolo en verano con todo el calor y los demás de vacaciones?” – Hora de estudiar –

Vas muy bien, aunque a medio trabajo te ruge la tripa y se te antoja helado. Hasta que piensas: “Me comería un heladito ahora mismo, pero, pensándolo, me da un poco de pereza ir hasta la cocina, coger la tarrina, echarme una bola en un cuenco y volver para comérmelo rápido porque si no se deshace. Y luego tener que ir de nuevo a la cocina a dejar las cosas o incluso fregarlas, y volver a ponerme a trabajar no sin antes tener que releer lo anterior porque ya no me acordaré”.

Finalmente, con la pereza de tu parte, conseguirás discernir qué acciones son las que aportan más a tu día y calidad de vida. A la vez que disfrutarás de emplear en ellas toda aquella energía que has ahorrado “procrastinando” en aquellas que solo podían ofrecerte un placer momentáneo.

5. Avaricia

La avaricia se define como un afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.

Quieres tener todo aquello que puedas y gastar lo menos posible para tenerlo. Es normal, al igual que en el pecado anterior, tu cerebro está programado para derrochar los menos recursos posibles e incitarte a guardarlos “por si acaso”.

Pero actualmente es complicado encontrarse con situaciones adversas que afecten directamente a tu supervivencia, con lo que esos miedos se vuelven infundados.

No poner en juego la avaricia correctamente puede conllevar que te vuelvas esclavo de ella. Pues Creerás que perder algo contribuirá a tu infelicidad y que necesitas mucho más de lo que tienes.

El problema es que esa dinámica nunca te llevará a alcanzar la satisfacción a través de la suplencia de esa necesidad material. Al contrario, te llevará a adoptar una actitud comparativa que puede devenir en una envidia insana, muy distante a la altruista que podrías llegar a desarrollar.

Y lo peor de todo, te imbuirá con la idea de que solo puedes sentirte completo teniendo más y más. Haciendo que obvies la realidad de que ya eres un ser completo per se.

Ahora bien, aprender a poner en práctica la avaricia de una forma saludable consiste en utilizar este impulso reptiliano a tu favor. Para ilustrarlo, puedes imaginarte otra situación:

Tienes ganas de comprar algo físico, digital, o para consumir en el momento. Comprensible en una sociedad donde el consumismo es una de las tendencias más aceptadas e incluso alabadas.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando compras? Que te quedas sin dinero. Y eso a nadie le gusta, porque todos queremos tener dinero. Ya que dicen que el dinero no da la felicidad, pero su ausencia mucho menos. Así pues, tendrás que preocuparte por cuánto gastas y cuánto ahorras al día.

Pudiendo plantearte escenarios como: “La verdad es que me mola echarme un cigarro por la mañana, comprarme el nuevo iPhone para presumir ante mis amigos, pillarme el nuevo videojuego de moda que después dejaré olvidado y comer en un restaurante diferente cada finde. Pero, ¿me he llegado a plantear cuánto dinero estoy malgastando en estos asuntos banales?”.

“Las cosas no son gratis. Con todo el dinero, tiempo y salud que ganaría dejando de comprar tabaco podría irme de viaje. Para vivir experiencias únicas que otros desearían en años”.

“Cambiándome a un teléfono de gama media y preocupándome por alargar su vida útil dispondría de unos 350 € más al año. Unos con los que incluso podría hacer inversiones y cursos que me ayudasen a alcanzar mi libertad financiera mucho antes de lo que esperaría”.

“Si simplemente probase las partes divertidas de ese videojuego en casa de mi amigo ahorraría una gran cantidad de dinero y tiempo. Un tiempo que podría utilizar para avanzar proyectos que tengo pendientes y poder rentabilizarlos. (Así podría pillar muchos más juegos en un futuro)”

“Empezando a hacerme una comida saludable y tranquila en casa los findes acumularía tanto dinero a la larga que me daría de sobra para comprarme 100 libros de cocina. Aprendiendo todo lo que necesitaría saber y preparando mejor comida que la de varios sitios a los que hubiese ido.”

Así que, ¿qué prefieres? ¿Ser rico de verdad o adoptar la misma fachada que muchos pobres que solo saben fingir? No esperes, pon la avaricia de tu parte y tu cartera y vida te lo agradecerán.

6. Gula

gula

La gula se define como un exceso en la comida o bebida, y apetito desordenado de comer y beber.

Te entiendo, tanto estudiar, trabajar y tener que pensar da hambre y ganas de desconectar e ir al bar a tomarse algo con los colegas.

Necesitas llenar con comida y bebida todo el vacío que la aburrida rutina te genera. Buscas un estímulo placentero que te haga olvidarte del coñazo que es hacer siempre lo mismo.

Pero, en verdad, tú no tienes hambre física, sino de cambiar, de comerte el jodido mundo.

No lo confundas, Crees que tu cuerpo te pide comida porque necesita hacer algo. Sin embargo, prueba a darle una buena ración de iniciativa proactiva antes de saciar su apetito estomacal.

¿Te apetece una guarrería al estilo un bollo de chocolate o una pizza? Genial, póntelo de recompensa por haber terminado de leer ese libro de autoconocimiento tan inspirador. Si de verdad te apetece tanto comértelo no tendrás problema en lograrlo.

¿Estás deseando que llegue el finde para tomarte una caña en una terraza tranquila rodeado de tus amigos? De acuerdo, primero proponte haber ido al menos 2 veces al gimnasio durante la semana.

¿Qué no has ido ningún día? Mala suerte, esta semana no sales. ¿Qué solo has ido 1? Bueno, puede que llegues un poco tarde al encuentro mientras acabas tus últimas series de pecho. Es probable que te parezca conductista, pero quizás las próximas veces aprendas a organizarte mejor.

Descubre cómo usar esa gula como combustible de tu comportamiento ideal. Para que no solo tengas un apetito voraz por la comida, sino también por otros asuntos alineados con tus valores, como las relaciones sostenibles, trabajar en tu proyecto o reinventarte.

Y utiliza esa sensación placentera que te reporten para planteártela como premio por hacer las cosas bien, en la dirección que te gustaría dirigir tu vida, y el preludio de tu estómago contento.

Piensa en la dulzura de ese postre que tanto te gusta, cómo se te hace la boca agua solo con verlo, la explosión de sabor que te genera cuando alcanza tu paladar, lo que darías por poder comerlo todo el día y no engordar… Bien, coge ese sentimiento y tenlo presente en tu objetivo.

De esta manera, ya no harás las cosas a medias ni mal. Te forzarás para hacerlo lo mejor posible y con toda tu energía, pues de ello depende que esa explosión de burbujas de refresco, ese matiz a vainilla del helado o ese ligero picante de un snack sean sentidos de nuevo y sin remordimiento.

Porque esto tampoco va de zampar, al contrario, va de hacer que eso forme parte del proceso. Si te encuentras zampando continuamente será que esos objetivos son muy laxos, si no estás comiendo nada pero tienes antojo será o que son muy rigurosos o que te falta motivación.

En cualquier caso, habrás de encontrar el equilibrio entre saciar tu vida y saciar tu tripa. Algo que, a menos que lo planees con alguien que entienda del tema (te recuerdo que puedes encontrarme en la sección de contacto), tendrás que ir averiguando en tu camino.

Finalmente, una vez que tengas esos asuntos de gestión resueltos, no tendrás que preocuparte por cuánto estás comiendo, sino que ahora lo harás disfrutando de eso que comes. En concreto, porque también estarás disfrutando del proceso. Ya no mirarás por la recompensa inmediata, sino por ti.

7. Lujuria

lujuria

La lujuria se define como un deseo excesivo de placer sexual.

Hay ocasiones en que la libido te hace sentir potente, casi como si necesitases liberar toda esa energía fogosa o si no reventarás. Una que ni la castidad más puritana puede controlar.

El problema está cuando esa energía no puede ser empleada directamente y en ese momento, y su influencia es tanta que te acaba haciendo sentir malestar por no satisfacerla.

Por lo que lo importante aquí será averiguar cómo utilizar ese amor y deseo exacerbados para poder replicarlo en tu actitud a la hora de llevar a cabo otras tareas.

Al fin y al cabo, estos últimos son impulsos, y no puedes obviarlos, parchearlos o distraerte de ellos. Porque volverán a llamar a tu puerta, y de forma más intensa.

En cambio, aprender a lidiar con ellos, aceptar su magnitud y utilizarla para poner el mismo ímpetu en tu vida con que te gustaría tener sexo con ciertas personas, va a ser la clave del millón.

Ya que la potencia interna a la que hacen referencia todos ellos no es imprescindible que sea vislumbrada en la cama, sino que también puede verse como una indicación para llegar a ella.

Si no has entendido del todo qué quiero decir con esto último simplemente piensa en esa persona que tanto te gusta. Tú sabes mejor que nadie quién es, quizás tu pareja, la chica nueva del trabajo, ese hombre que tanto te hizo reír un día mientras comíais… quien sea.

Ahora, imagínate a esa persona en una situación muy sensual, puede que esté con ropa, sin ella, en tu cama rodeada de velas, en una mazmorra sexual… los fetiches los pones tú. Sin embargo, esa persona te empieza a llamar para que vayas donde ella. Tú te acercas excitándote más y más con cada paso que das, y al acercarte y estar a su lado te susurra al oído…

“No sabes cómo me pone que hayas sido capaz de…” Y aquí está la gracia del asunto. Ese “de…” será aquello mismo que pretendes conseguir pero que flaqueas a la hora de hacer. La diferencia es que ahora tendrás una excusa y más fuerza (instintiva) para querer hacerla excelentemente.

Efectivamente, eso es una situación que estás recreando en tu mente. Pero perseguir tus sueños y tu mejor versión te hace sexy de cojones (mucho más si eres hombre). Así pues, si cada vez que pones en juego esta táctica avanzas más y más en la dirección que te has propuesto, las probabilidades de que esa situación sea descabellada se van haciendo más pequeñas.

Porque mientras que unos estarían utilizando esa fuerza para reforzar su pobre y desgraciada situación, tú la estarías exprimiendo al máximo para hacer de tu vida una novela erótica.

¿La conclusión? Haz que te la pongan dura tus proyectos. Proyecta en ellos esas ansias animales que surgen de tu interior, cógelos del pescuezo y empótralos hasta que sus gemidos griten basta.

Hazles sudar como los sucios esclavos que son, porque tú eres quien manda. Hablarán cuando tú se lo ordenes, harán lo que les pidas y te acabarán rogando que les prestes tu codiciada atención.

Déjales bien satisfechos, pero deseando que vuelvas a verles. Asegúrales con un tono juguetón que, para la próxima vez, les tienes preparado algo especial, algo que les hará temblar…

Y, mientras tanto, utiliza esa satisfacción que te da tenerlos bajo control para hacerla muy presente con las personas con las que tratas. Especialmente, con aquellas que quieres conocer a fondo…

 

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