Tu Mayor Miedo: El Miedo a…

Tu Mayor Miedo: El Miedo a…

tu mayor miedo

Tu mayor miedo: El miedo a…

 

Tienes miedo, es inevitable. Lo tienes tú, lo tengo yo y lo tiene ese amigo tuyo que se monta en todo tipo de atracciones, hace parkour por rascacielos y va en moto a 200 por hora.

Aquel que te asegure no tenerlo o te está mintiendo o tiene un problema mental, literalmente.

El miedo es según el psicólogo Paul Ekman una de las 6 emociones básicas, y según la evolución es el instinto que ha permitido a tu especie llegar hasta donde está hoy.

Pero ¿qué implica todo esto?, ¿cómo llegamos a desarrollarlo? y, más misterioso aún, ¿cuál es nuestro mayor miedo?, porque sí, es uno compartido.

Para conocer esto, primero tendremos que adentrarnos en nuestra biología…

Los Orígenes del Miedo

Eres descendiente de aquellos organismos y hombres primitivos que cuando veían un movimiento extraño o escuchaban un ruido anormal corrían hacia la otra punta.

Porque los que en cambio se quedaron a descubrir el origen de estos, unas veces se rieron, pero las demás solo se pudo reír su depredador (lo que redujo su probabilidad de tener hijos).

Esos miedos, por tanto, ayudaron a su supervivencia y consiguieron transmitirse exitosamente a través de la selección natural.

Esto último implica que ha de existir un componente genético responsable de que esa transmisión fuese efectiva y universal. Y así es, hay una serie de miedos que son innatos, es decir, nacen con nosotros y son prácticamente ineludibles.

Algunos de esos miedos innatos son el miedo a lo desconocido, a ciertos animales como arañas y serpientes, a las caídas, a la sofocación y a la separación de los seres queridos.

Además, si consigues juntar varios de ellos en una situación concreta, la reacción que consigas va a ser mucho más fuerte que si sumases su influencia por individual, pues son sinérgicos.

A partir de estos miedos innatos se ramifican los demás. Por ejemplo, muchas personas afirman estar bien con su situación y no necesitar cambiarla, sin embargo, detrás puede subyacer el miedo a tener que enfrentarse a una situación desconocida de la que se desconoce su devenir.

Otro es cuando uno se cohíbe al hablar en público y mostrar su opinión, porque inconscientemente Cree que si dice algo mal el resto de gente se va a alejar de él.

Asimismo, muchos van variando en función de la edad; A los bebés les asustan los sonidos fuertes, a los niños la separación de los padres, las heridas o la oscuridad, y a los adolescentes su autoimagen o su rendimiento académico o social, miedos que también se asemejan en los adultos.

Y es que mientras que algunas fobias (un miedo intenso, desproporcionado e irracional) pueden surgir en la infancia, otras situacionales, como la claustrofobia, aparecen más tarde y frecuentemente acompañadas de otras, o de estados como la ansiedad o depresión.

Entonces, ¿cómo consiguen evolucionar y propagarse estas últimas entre los distintos individuos?

Transmisión de los Miedos Culturales

transmisión miedos culturales

Nuestra especie está más indefensa a nivel físico de lo que pueden estarlo muchas otras. No tenemos un caparazón, colmillos venenosos, garras, cuernos o alas para escapar. Pero tenemos un gran intelecto y capacidad de razonar, lo que hemos utilizado para formar diversos lenguajes.

Con lo que, mientras que varias fobias concretas pueden adquirirse por condicionamiento clásico, es decir, por alguna experiencia traumática, estas mismas y muchas otras pueden conseguir ese mismo objetivo a través de la comunicación.

Aquí es donde entra en juego el condicionamiento vicario (ver a otros pasar un fuerte miedo ante un estímulo concreto) y la narración de historias que proyectan vívidamente un miedo.

Especialmente porque el lenguaje (verbal o no verbal) consigue subcomunicar emociones que otros han llegado a sentir frente a algo concreto. Lo que condiciona a nuestro cerebro a centrarse en aquellas negativas para poder estar alerta, y lo que puede jugar en su contra si las exagera.

De forma que podrías llegar a adquirir fobia a los perros, por ejemplo, de distintas e igual de eficaces maneras. Bien sea porque uno rabioso te ataque por la calle, porque le veas atacando a un amigo tuyo o porque leas una historia detallada en un libro de lo que uno le hizo a su vecino.

Lo cierto es que ahora, viviendo tan “conectados” unos a otros, encontrar historias nuevas, extravagantes y diversas no es complicado. Lo que ha llevado al surgimiento o nombramiento, y consecuente aumento, de una gran cantidad de fobias antes desconocidas o muy infrecuentes.

Fobias como la nomofobia (miedo a estar desconectado del móvil), la somnifobia (miedo a dormir) o incluso la omfalofobia (miedo a los ombligos).

Y mientras que algunas pueden parecer una tontería desde fuera, aunque para el que las padece no lo sea, otras claramente afectan a grandes aspectos vitales, como la mencionada somnifobia.

Poniendo esto de manifiesto que la actitud psicológica, estado mental y resiliencia son claves a la hora de afrontar los miedos existentes o prevenir incrementar otros sin quererlo.

Porque si bien hemos dicho que una parte de ellos son “inevitables”, pues forman parte de tu biología, el cómo se comprendan, su evolución y la relación que tengamos con ellos y sus derivados dependerá de esa disposición que tengamos.

Así pues, tener en cuenta esto te preparará para analizar objetivamente la información que te ofrezcan o situaciones que experimentes y poder dar una importancia ecuánime a cada cosa. Pudiendo así limitar la influencia de tus miedos y cuestionar la propia existencia de tus fobias.

Sin embargo, no será raro que te preguntes…

¿Para qué Sirve hoy en día Tener Miedo?

Unos podrían pensar que el miedo no es más que un vestigio que ha quedado de nuestros ancestros, como podría serlo el abundante vello corporal. Pero lo cierto es que, si bien ya no es tan útil, sigue ejerciendo excelentemente su función principal: protegerte.

Los miedos te protegen de las amenazas externas. De hecho, se comportan de forma sobreprotectora, como los padres que dejan en el parque por primera vez a su hijo.

Casi la totalidad de ellos están controlados por la amígdala (una zona de tu cerebro), pero otros como la sofocación son regidos por neuronas que controlan la cantidad de CO2 en sangre, por ejemplo. De forma que nuestro cuerpo tiene varios mecanismos para evitar las amenazas.

Sí, yo tampoco sé cómo tener miedo de los ombligos puede ayudarte, pero si está ahí es porque se ha instaurado queriéndolo o no en ese circuito de peligrosidad.

El éxito evolutivo necesitaba que nuestro sistema nervioso pudiese garantizar una reacción urgente. Y que lo hiciese incluso cuando las señales de peligro eran difíciles de reconocer o no llegaban a alcanzar la conciencia.

Por ese motivo, muchas veces te estarán protegiendo, como tu angelito de la guarda, sin que siquiera te des cuenta. Cada uno lo hará a su manera, de forma más o menos brusca e incitándote a tomar unas medidas drásticas, evasivas o incluso de sumisión.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver la protección de unos miedos tan distintos con otros?

Pues que, en el fondo, todos lo están haciendo de la misma cosa. Y esa cosa es un miedo mayor aún. Un miedo en el que convergen. Tu mayor miedo, …

El Miedo a la Muerte

miedo a la muerte

Efectivamente, temes a la muerte por encima de todo. Lo puedes hacer a nivel consciente, pero lo haces mucho más a nivel subconsciente. Y nadie se salva de ello.

Este miedo es también algo innato, de hecho, es mucho más que eso, es del que surgen todos los demás. Porque sin el miedo a la muerte los demás miedos no tendrían sentido.

Quizás lo has venido intuyendo con lo que se iba diciendo. Cuando afirmábamos que los miedos nos protegían, es de esto de lo que lo hacían, de perecer y no poder pasar nuestros genes.

No nos dan tanto miedo las caídas, el quedarnos solos o cambiar de entorno, como imaginar que uno de esos escenarios es el que puede acabar con nuestra vida. Ese es el combustible del miedo.

Todos y cada uno de ellos, desde los innatos hasta los culturales que has derivado de estos, rinden culto al central. En la foto de arriba, extraída del documental Mind Field, el hospedador Michael y sus colaboradores ya diseñaron una red de miedo en la que claramente se ve cómo este reina.

Su propósito fue investigar un miedo más concreto que estuviese presente en toda la población, y así afirmaron haberlo hecho. Sin embargo, se olvidaron de que ese miedo miraba de nuevo por salvar al individuo de lo que inconscientemente podía constituir una muerte abrumadora.

El miedo a la muerte siempre nos acompañará como especie biológica. Y lo hará en forma de ese angelito mencionado o en forma de diablillo, incitándonos a sucumbir en la emocionalidad.

Incluso, aunque esté latente o en cierto momento no predomine, por otras circunstancias con mayor peso emocional en el momento, éste seguirá ejerciendo su influencia. Desde aquellas personas que arriesgan su vida para salvar a otras hasta aquellas que deciden quitarse la suya.

¿Quiere decir esto que no podemos hacer nada para evitar su influencia?

Correcto. Sin embargo, eso no significa que no podamos hacerla obvia y canalizarla hacia asuntos más constructivos o potenciadores. Especialmente cuando se manifiesta en el ámbito social.

Porque las serpientes, las alturas, los rayos y la enfermedad siguen suponiendo un peligro para nuestra biología. Pero “mover el campamento”, dar tu opinión sincera, socializar o cuestionarte cambiar “de tribu” es algo que, si bien ayudó ser temido por tus antepasados en la antigüedad, ahora no va a hacer nada por ti, más que lastrarte.

Ya que en la sociedad que hemos construido, y para la que nuestros genes no nos prepararon, es muy complicado quedarse solo y sin recursos.

Por eso, fomentar los miedos sociales no tiene más sentido que el que tendría poner consciencia sobre ellos y descubrir cómo te han estado limitando todo este tiempo.

Ya que temer a la muerte no implica dejar que esta controle tu vida, más aún si lo hace a través de justificaciones tan irracionales. Sino tenerla en mente para asegurarte de que hayas comprendido y contenido su influencia antes de que te encuentre.

 

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