1-3: Parque anatómico

¿Es el ser humano un ente destinado a autodestruirse? ¿Uno que encuentra la manera de superarse y reinventarse? ¿O un simple parque de atracciones? Este episodio, en clara apología a Parque Jurásico, utiliza la misma premisa pero dentro del cuerpo humano. Donde las atracciones son sus órganos y las enfermedades vivas e “inactivas” obras para exhibir, con el consiguiente peligro de que, al estar latentes, logren escapar. Escenario en que lucharían entre sí o contra el huésped.

Desde el primer momento se plantea una cuestión bioética acerca de si es correcto, o no, realizar una hazaña de tal estilo. Por este motivo Rick utiliza un vagabundo para realizar sus experimentos, ya que es una representación crítica a las personas que la sociedad no valora. Un caso similar al que padecen las personas sin libertad total, como podemos ver en países autoritarios como China.

Si bien es cierto que el cuerpo humano ya es una feria de sistemas y estructuras con mucho juego y misterio, observado desde fuera, la posibilidad de tematizar éste y reducirlo al punto de vista del ocio hace otra apología a un transhumanismo más lúdico. Uno donde no se valore a las personas per se, sino a algunas cualidades diferentes que estas posean. Porque como afirma Rick: “nadie accede a que le construyan un parque de atracciones en el interior si le va bien”.

Obviamente, el hecho de recrear como en el episodio los cambios de tamaño, la creación de atracciones, etc. está demasiado fuera de nuestro alcance. Pero lo que sí podemos es preguntarnos qué haremos cuando poseamos esta tecnología. Podríamos usarla para curar el cáncer, alargar la esperanza de vida, evitar enfermedades congénitas o “intentar salvar vidas”, como expresa Rick. Aunque también podría ser utilizada consecuencialistamente como un medio para nuestros fines. Posibilidad ilustrada cuando Poncho intenta robar especímenes para venderlos al mercado negro o cuando Rick afirma «la ciencia no es barata, esto podría ayudarme a tapar muchos agujeros”.

“La muerte no puedo curarla” proclama Rick a la vez que para evitarla realiza todo tipo de ajustes sin meditar en las consecuencias que plantean. Y lo cierto es que, como recalca la madre de Jerry, “la Navidad no gira en torno a lo que nos gusta”. Por ello, nuestras pretensiones, aunque prevean un futuro esperanzador, no pueden ser impuestas por la fuerza. Pues, si lo estuviesen, estaríamos denigrando el componente humano y, consecuentemente, no podríamos disfrutar más de él.

Porque, aunque actualmente lo veamos como algo pequeño y fútil, hay que cuestionarse: ¿Cómo actuaremos cuando, en unos años, nos propongan crear un gemelo nuestro por si nos falla un órgano? ¿o cuando nos podamos transmutar con una terapia experimental para corregir algún defecto genético/mejorar una capacidad? ¿Será más monstruo el alcoholismo o nosotros mismos?

Está claro que la mejor opción es avanzar con cautela, conocimiento y objetividad. Ya que de no ser así acabaremos sorprendidos, como Jerry con su “¿esto qué es?”. Y el no hacerlo puede darnos muchos más quebraderos de cabeza a largo plazo y dejarnos con una sensación de que no somos todo lo que pudimos haber sido. Sería genial poder actuar en base a la reflexión de “¿qué seremos cuando muramos? ¿Una lista de temores y preguntas, o un conjunto de experiencias reales?”.

A día de hoy no tenemos que lidiar con Estos Asuntos. Pero la biomedicina avanza a unos niveles vertiginosos y la cultura no es capaz de alcanzar su mismo nivel de desarrollo. Todo esto sin tener en cuenta la gran cantidad de experimentos que se hacen en secreto o forzosamente.

Es necesaria una gran reflexión acerca de quiénes somos, qué características definen al ser humano, y cómo queremos ser, tanto individualmente como en sociedad. Y, como expone Jerry, “cuidado con lo que deseas”; De nosotros depende el futuro de nuestra generación y las venideras. Para no fundar una bioética sin censura harán falta consciencia y falta de miedo. Solo así tomaremos las mejores decisiones para abordar este tema con la seriedad que se merece y no ser tan ingenuos como para reducirlo a la posibilidad de convertirlo en nuestro parque de atracciones.