Deja de Besar la Lona: Cómo Planificar tus Metas
Besas la lona, muerdes el polvo… Llámalo como quieras, el principio sigue siendo el mismo.
Tienes unos proyectos que cumplir en tu día a día. Algunos estarán relacionados con tu trabajo, otros con tus hobbies, parte con el objetivo de superarte (si estás en esa onda) y unos cuantos con tus relaciones personales.
El hecho de que primeramente los tengas y estén bien definidos es un gran paso. Condición que no asegura que se vayan a llevar a término ni que esa acción los vuelva un juego de niños.
Obviamente, una buena planificación y actitud resulta en un juego y unos deberes más abordables. Pero esto no quita de que haya que emplear igual o más esfuerzo en su realización.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando esa planificación previa es inexistente? ¿qué ocurre en el momento en que no sabes a lo que te vas a enfrentar? Y ¿qué es lo más probable que acabe pasando si tu proceder se basa en esta estrategia?
Para verlo, y en referencia al comienzo, imagina que estás en un ring de boxeo. Las luces y gritos de fuera son la presión social, el estrés, pensamientos externos, etc. que puedas tener en tu día a día. El oponente, ese proyecto personal, al que, si quieres dominar, tendrás que conocer, plantar cara y ganar.
Con esto, podemos dejar ciertas nociones claras:
- Tu adversario, ese proyecto, no se va a rendir ni dejar ganar así por las buenas. Antes tendrás que tomar acción y encontrar su punto débil, o el tuyo fuerte.
- La batalla se puede posponer unos días, pero la afición no piensa esperar mucho. Y tu vida, para que completes esa meta, tampoco tiene demasiada paciencia.
- Ese oponente va a exigir que le des una buena pelea. Que sudes, que estés en pie unos cuantos rounds y vengas entrenado. Si no te ve preparado no se dignará a pelear contigo, si esto fuese al revés tampoco habría pelea. Una batalla es una batalla, no un regalo.
Y, para ejemplificar aún más esta carrera como luchador de la vida, puedes imaginar que hay varios adversarios, uno por cada proyecto actual.
Aquí veremos 4 de ellos: Dar una conferencia de trabajo a tus compañeros sobre los resultados del último mes, conseguir resolver un cubo de Rubik en 1 minuto o menos, entender los principios de la Comunicación No Violenta (CNV) y retomar contacto con tu madre.
Por ello, hoy no saques palomitas. Agarra tus guantes y vete calentando, que te toca pelear y dar hasta el último aliento.
Combate 1: Una conferencia aterradora
Subes al ring muerto de miedo, aunque externamente puedas llegar a proyectar una falsa seguridad para no levantar sospechas en el oponente.
Te habías ofrecido hacía tiempo para ese combate, así que decidiste dedicarte a otras cosas hasta que la fecha se acercase, procrastinando.
Y cuando lo hizo ya era demasiado tarde. No había tiempo material para poder prepararte lo necesario.
Aun así, tu Ego no te permitió ser honesto contigo mismo y con los demás, decidiendo seguir adelante. Llevándote a estar donde estás, delante de todos tus compañeros de trabajo, el público, que está ansioso por ver cómo presentas tus logros en el último mes, tu adversario.
¿El problema? No es que solo tengas que contar lo que hayas o no hayas hecho en ese periodo, eso podría hacerlo cualquiera. Sino que te da pavor hablar en público.
Cuando hay más de dos miradas fijas en ti te paralizas, empiezas a tartamudear, decir estupideces y hacer tics nerviosos. Es más, por muy bien que llevases el guion de lo que ibas a decir, los nervios te vencen y bloquean tu capacidad racional y de memoria.
¿Podías haber entrenado en este mes las habilidades sociales necesarias para hacerlo bien? Quizás sí, quizás hubieses necesitado otros 2 más.
De cualquier forma, no has probado ninguna, te dejaste llevar por la emoción del momento, hiciste castillos en el aire y ahora estás contra las cuerdas, literalmente.
Tu mayor objetivo ya no es hacer bien la presentación ni ganar el combate, sino intentar que sea lo menos desastrosa posible e intentar que no tenga que sacarte de ahí una ambulancia.
Ante esta situación, solo hay una respuesta plausible:
TIRAR LA TOALLA.
No irte en el momento adecuado solo va a retrasar lo inevitable.
Sí, eso le va a joder más a tu Ego que Creer que has aguantado como un “campeón” hasta el último minuto. Pero no hacerlo te va a joder más a ti a la larga.
Ya sea porque te vuelvas el hazmerreír de la empresa, porque acabes con 3 costillas rotas y una contusión cerebral o porque, lo más importante, no vas a aprender cuando retirarte.
La vida no es una película de Disney en la que, cuando estás pasando tu peor momento, viene al rescate un príncipe azul o te adoptan un jabalí y un suricato.
La vida es dura, dura de cojones (si no me crees pregúntale a Darwin). Y si quiere darte un rapapolvo te lo va a dar, quieras o no, te guste más o menos.
Por ello, en ese combate para el que claramente (tú lo sabes) no estás preparado, tienes 2 opciones:
- Besas la lona una y otra vez. Dejas a tu Ego al mando y pides la revancha. Llega el día y sigues prácticamente igual que la ocasión anterior. Besas la lona de nuevo. Repites.
- Aceptas que tus habilidades, a día de hoy, son pésimas, y decides trabajar proactivamente sobre ellas para la siguiente ocasión. Mientras tanto, te retiras con la cabeza como quieras (alta o gacha) y te prometes dar todo lo posible para llegar a ese nivel.
Existe la probabilidad de que en ese momento o durante el camino veas que esa no es tu lucha y decidas abandonar esa clase de peleas, al menos por un tiempo.
Lo que tienes claro es que el ring no es el mejor sitio para estar en ese instante. Y si sigues dentro de él será inevitable seguir recibiendo ostias que te sobrepasen.
Combate 2: El demandante reto de Rubik
Subes al ring no demasiado confiado en tus posibilidades, enseñas a tu oponente una sonrisa confiada, aunque internamente sabes que no tienes todo bajo control.
El combate estaba fechado desde hace ya un tiempo. Y tú has estado preparándote para la fecha, puede que más, puede que menos.
Igualmente, no te notas fresco, ágil, veloz, diestro. Parte por las condiciones de ese día, parte por tu no completo entrenamiento.
Y así te encuentras, delante del cubo de Rubik con un cronómetro a tu vera. Ansioso por ver si conseguirás dominarlo en un tiempo récord de menos de 1 minuto.
Has estudiado los patrones, como hacer la cruz del principio, la doble corona, ordenar las esquinas del final y orientarlas. Todo ello con el menor número de pasos posibles.
Pero en el momento de ponerte serio y retarle en combate nada más el temporizador comienza, tus nervios e inseguridades empiezan a aflorar.
Pasan los rounds, esos segundos esenciales, y te das cuenta de que el reto era más difícil de lo que imaginabas.
Tus manos sudan, empiezas a cometer imprecisiones y, para cuando te quieres dar cuenta, ha sonado la campana. Le dan la victoria a tu oponente y tú no sabes muy bien qué hacer.
Lo has dado todo y a pesar de ello has caído. La diferencia no ha sido tan abismal como en el combate anterior, esta vez ha estado reñido hasta el último momento.
Aunque es cierto que, a medida que el momento final se acercaba, la realidad que mostraba que no estabas del todo preparado para este reto se iba haciendo más presente.
Tu decepción se entrevé en tu mirada tras la derrota. Pero ésta también refleja esperanza. Pues, si bien no has ganado, la batalla te ha servido para darte cuenta de cuáles son tus puntos débiles y como un gran feedback de tu planificación.
Lo que te sirve para volver en un ensayado tiempo con todo bien abordado, más en control.
Combate 3: Aprender los principios de la CNV
Subes al ring seguro de ti mismo, tu mirada desafiante recalca “esto va a ser pan comido”, tanto a tu oponente como a ti mismo.
La fecha del combate estaba agendada hacía ya un tiempo y a ti te ha dado de sobra para entrenar, ponerte fuerte y, muy importante, descansar.
Por ello, comienzas el combate muy distendido a la vez que cauto y, casi sin darte cuenta, vas ganando territorio y oportunidades poco a poco.
Se podría decir que flotas como una mariposa y picas como una abeja.
Esto es posible en gran medida a que conocías a tu oponente desde que te enteraste del combate y ambos aceptasteis poneros a prueba.
Así, éste dejó de ser un imponente libro de 300 páginas con terminología desconocida y un lenguaje esotérico, para convertirse en un rival mucho más abordable.
Tarea facilitada por ese estudio previo. De modo que, aunque no podías ni puedes prever todos sus movimientos, eres capaz de entender su comportamiento, su usual manera de actuar.
Teniendo la certeza de que en unos 6 asaltos, es decir, leyendo unas 20 páginas por día (lo que equivaldría a acabarlo en aproximadamente 2 semanas), habrás vencido.
Obviamente las cosas no funcionan igual de bien en la teoría que en la práctica.
Pero tú te has preparado para ambas, pidiendo ayuda a gente que sabe del tema cuando te pierdes con los términos, viendo material complementario en tus ratos libres, y haciéndote esquemas y anotaciones cuando creías necesario.
El combate se hace algo más intenso de lo que esperabas, pero nada que no puedas solventar sin ceder demasiado control.
Un par de asaltos no consigues encajar buenos golpes ni sacar tiempo para leer y en otro necesitas descansar un poco más, reflexionar en detalle sobre lo leído.
Eso te lleva al asalto 9º, a punto de cumplir 3 semanas desde que empezaste el libro, y tu oponente sigue en pie.
Lo curioso es que, a pesar de que te ha llevado varias rondas más, te sigues viendo con fuerza para continuar al máximo y derrotar al adversario.
No le temes, sino que conoces sus movimientos, gracias a los esquemas realizados. Y los últimos segundos y páginas pasan volando. Una vez que entiendes de que palo va, no hay quien te frene.
Finalmente, ¡lo consigues!, el rival se retira en ese 9º asalto. Te ha llevado algo más de lo que imaginabas, pero comprender esos principios de la CNV ha acabado siendo más parecido a un sparring que lo que se podría asemejar al combate anterior.
De hecho, podrías hacer otro combate similar aún con éste en la cabeza. Tratando de colocar algún uppercut mientras analizas tu parte de responsabilidad, escuchas con empatía, pides aquello que deseas aceptando la posibilidad de un No, etc.
En el fondo te sientes poderoso, con ansia de más combates como ese. Que te hagan sudar, pero que también te reporten la suficiente sensación de control como para que te puedas desenvolver con soltura en el cuadrilátero en que te encuentras.
Combate 4: Una simple llamada
Subes al ring con la misma preocupación con que te has preparado el desayudo, ninguna.
Te enteraste de que el combate iba a tener lugar apenas una semana atrás, pero eso no te preocupaba. La razón de esto es que ya habías entrenado bastante para los combates anteriores y ganado la experiencia necesaria para tratar con diferentes oponentes.
Y éste apenas te asusta, es más, cuando el combate da comienzo te parece más un juego que algo importante. Internamente no ves a un adversario amenazante, sino que te estás imaginando que estás enseñando a tu primito como moverse en el ring, bloqueando sus ofensivas de forma laxa a la vez que completando las tuyas eficientemente.
Es más, esta concepción te provoca que no te tomes el combate con la seriedad que se merece. Parecería que lo estás haciendo con amor incondicional, más comprometido con ofrecer el espectáculo que por ver quién va a ganar, porque esto último ya lo intuyes.
Así, aunque llevas algo más de 2 semanas sin tener contacto con tu madre, tienes plena confianza en que una simple llamada bastará para sanar ese pequeño vacío.
Y tu confianza no se sustenta sobre humo. Al segundo asalto, a la segunda llamada que haces, tu vaticinio es correspondido. El teléfono se descuelga y comienzas una agradable conversación.
En un momento notas un poco de tensión por su parte, quizás porque esperaba que le hubieses llamado antes, y tus golpes en el ring se vuelven algo más flojos.
Pero tu convicción no se pierde. Sabes que has entrenado de sobra y recuerdas lo aprendido durante el anterior combate, esos principios de la CNV que ahora te pueden dar la victoria.
Así que, aplicándolos, comunicas asertivamente a tu madre tu situación presente y tu alegría por poder volver a hablar con ella, independientemente de que haya sido antes o después.
Con tu apertura, ella se contagia de tu estado emocional y la conversación fluye como en los días en que salías del colegio y le contabas a qué habías aprendido a jugar.
Tus sensaciones no te traicionan, sabías que una pequeña llamada era suficiente para hacer saber a tu madre que estás bien y te preocupas por ella. Ella nota fácilmente el amor materno que le profesas y el resto de la llamada es agradable, revitalizante y muy cercano.
Finalmente, te despides con afecto, acordando con ella que os llamareis pronto y, si no podéis, que igualmente lo haréis con cariño, toneladas de cariño.
Y a la vez que sueltas un “te quiero”, la fuerza del golpe es imparable. El oponente cae rendido por knock-out (KO) y tu victoria se confirma.
Sabes que ha sido fácil, pero eso no impide que tu sensación de tranquilidad y alegría se vea perturbada. En el fondo necesitabas una victoria sencillita para forjar tu confianza, y sabes que los pequeños triunfos son los que muchas veces conducen a ganar grandes batallas.
Descanso: Planificación posterior
Has peleado duro estos últimos 4 combates, pero no todo en la vida es pelear. También hay que descansar. Descansar pensando en cómo vas a pelear la próxima vez muajaja.
No va a coña, está muy bien que de cuando en cuando te premies con algún descanso, comida, incentivo material, lo que sea. Ahora bien, has de tener en cuenta que esos premios son para condicionarte a ti mismo a seguir luchando igual de bien o mejor, no para evadirte.
Ese descanso es clave, te ayudará a abstraerte de las emociones que sientes frenéticamente en el ring y a ver las situaciones de manera objetiva. Pudiendo tomar mejores decisiones en un futuro.
Observa cómo han ido las batallas previas y obra en consecuencia, ajustando tus capacidades a las siguientes que te propongas o buscando otras que estén más cercanas a tu área de influencia.
Como viste, de nada vale lanzarte a la aventura a ciegas si tienes altas probabilidades de encontrarte con un combate como el primero. Esto solo lograría que te desesperases y dejases de valorar la habilidad de luchar en sí misma.
Tampoco sería idóneo que todos fuesen como el último combate, pues te acabarías aburriendo de combatir y no valorarías los demás, por verlos demasiado lejos.
Si pudieses elegir, y la mayoría de las veces puedes (es simple cuestión de logísticas, compromiso y asertividad), escoge batallas que se encuentren en un punto medio entre el combate 3 y 4.
Trata de librar unas batallas que requieran de esfuerzo por tu parte, pero no que des un potencial que no siempre vas a poder ofrecer.
Si solo pudieses librar de un tipo, te recomendaría el 3º sin duda, ya que este va a ser el que más motivado te mantenga y uno que te va a poner a prueba constantemente.
Aunque si consigues ser lo suficientemente proactivo para que se encuentren entre esos 2 niveles no habría oponente que te frenase. Ganarías el cinturón de campeón casi sin darte cuenta.
Esto último sería lo más deseable, pero la realidad nunca es tan perfecta como queremos.
Al contrario, vas a encontrarte con todo tipo de combates. Razón por la que lo importante es que aprendas a sacar el máximo aprendizaje de cada uno de ellos:
- Que aprendas a evitar SIEMPRE, en la medida de lo posible, los combates 1. Y que aprendas a fugarte de ellos si por algún casual te ves envuelto sin quererlo. Porque estos solo lograrán que no dejes de besar la lona, no entiendas por qué y no consigas avanzar.
- Que aprendas a tolerar los combates 2 como maestros de aquello que necesitas mejorar, y de tu capacidad de valorar y planificar.
- Que aprendas de los combates 3 a sacar tu máximo potencial, no rendirte y desarrollar tu confianza interna y externa.
- Y que aprendas a disfrutar y valorar los combates 4, por sencillos que parezcan.
Recuerda, no bajes la guardia. No te vayas a llevar un derechazo de imprevisto
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